Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

miércoles, 22 de julio de 2009

Hacer Cine


Estoy en un Seminario – taller de construcción visual cinematográfica.

Y por supuesto se habla de cine. El cine sin duda es la materia prima, la fuente, el recurso para lo que hago, para lo que me estoy dedicando el resto de la vida. Es uno de los recursos, hay otros. Pero cuando alguien me preguntó hoy, que si quiero hacer cine, la respuesta es no. Y no es que niegue el cine. Es que el cine es sin duda una utopía de pocos. El cine en Colombia, o el cine donde sea. Así la industria de Hollywood sea grande, igual es un sueño. Un sueño que cuesta demasiado dinero y que su difusión no responde a los términos de calidad.

(Corrección de segunda lectura: el cine nos recreó el universo cuando apareció, nos dio sueños, y llegó muy lejos, muy lejos en distancias y llegó para muchos, en ese enotnces...)

Me gusta ir al cine. Me gusta ver películas, aunque tengo que aceptar que me duermo a los 20 minutos si estoy sola y es de noche en casa. No soy cineclubista de culto, porque a mi se me olvidan esas horas, esos horarios. Me sorprendo cada vez que veo una película de esas que he debido haber visto por cultura general y me divierto o la odio demasiado. O me entretengo tanto que cuando me hablan en sentidos técnicos ni me di cuenta de algunos de ellos. Me gusta que las pelis me afecten, me den cariños, me hagan reír, me hagan llorar, recordar, sentir.

Películas favoritas no tengo, o bueno puedo recordar y recordar cosas que me gustan de una o de otra. Que en ese momento que las vi, fueron reveladoras, inspiradoras, emocionantes.

Y así, sin formación seria y profunda en cine me dedico a hacer audiovisual, lo admito y no me importa. Que mas que por moda de llamarlo así, me gusta porque se refiere a un amplio espectro de actividades con imagen y sonido, que comunican algo juntas. Que ademas de hacer, es consumir. Que no están limitadas a una técnica ni a una temática, ni a las reglas, ni a un medio. No me importa admitirlo porque tendré toda la vida que me quede para ver, consumir, aprender y sobre todo sorprenderme.

Entonces digo que no quiero hacer cine. Hacer audiovisual es ser muy intenso. Yo lo soy. Pero hacer cine es estar demente. Si, ellos los que nos entretienen en una sala de cine están dementes. Controlar todo, medir todo, mover cada milímetro, cada segundo, cada instante, demorarse meses y años, quedar en la quiebra, para que al final la película se quede guardada en los archivos naciones y en la casa de uno.

(Corrección de segunda lectura: la televisión también tiene algo de sicorígida.)

Y yo se que estoy en un taller de cine por libre voluntad, pero hay algo que no soporto, que me da ansiedad y me hace alegar. Que se esfuercen por decirle a un centenar de pelaos que hagan cine. CINE. Aquí en esta ciudad. Cuando creo que lo importante es contar historias y hoy hay Youtube, Mini camaras con HD, cámaras digitales al alcance de todos.

Si, yo voy por lo alternativo. Lo oficial siempre es pomposo e inalcanzable y yo me cansé de estar siempre cerca pero no lo suficiente, (así como de ser buena pero no demasiado). No quiero ser asistente del asistente de una película por decir, hice cine, cuando lo que hice fue llevar mandados. Y el que lo quiera hacer, porque algún día quiere estar sentado en la silla de director, que lo haga. Mientras tanto yo tomo mi cámara, la que guardo en la mochila, grabo esta ciudad, a los amigos, a los viejos, a los tenderos, les oigo el cuento, los observo, de lejos, de cerca, cuando se dan cuenta, o escondiéndome como una voyerista, con miedo y a veces sin miedo. Me parece más divertido que me vean 20 a que nadie nunca vea la obra maestra que está en mi cabeza, y que seguro por ser tan maestra nunca la haré. (Y ahí esta, y no se ha hecho todavía)

(Corrección de segunda lectura: ¿Será que soy muy soñadora y hippie? ¿Que no he madurado profesionalmente?)

Cuando me preguntan ahora que me gustaría estudiar respondo que "cine y televisión", (luego pienso que lo ideal sería algo como "nuevos medios audiovisuales" pero eso lo aprendo por mi cuenta). Y no por el cine, ni por la televisión clásica. Sino por el audiovisual. Seguro lo que me enseñen de nuevo serán herramientas, para hacer mis historias, mis difusiones y mis circuitos. (Por que la verdad, soy autodidacta, aprendo con la práctica y tengo muy buenos maestros que me han compartido su conocimiento con la amplitud de la amistad y la confianza)

Yo propongo a los que me leen que no sueñen con grandes películas. Que hagan pequeñas películas de la vida. Que participen en concursos, que aprovechen la red, que los guarden para los hijos, que los ofrezcan a los canales locales, comunitarios. Que nos contemos, nos hablemos, nos miremos. Que a esta raza colombiana nos ha faltado fuerza para mirarnos y para mirar afuera. Para vernos bonitos sin ser los modelos del "Exito".

Seguro iré contando como van estos días. Qué me provoca ver, oír, leer intensamente sobre cine, sobre la imagen y como hacerla.

lunes, 20 de julio de 2009

Sueños calurosos



Hace un calor caluroso. El aire está mas que tibio y mi ojos tienen la sensación de dormir. Entonces abro el portátil, me siento en mi cómoda cama, busco las fotos. Y las monto. Y empiezo a escribir.

“Vendedores de Ilusiones”

No, esta vez no fue.

Tengo muchas cosas que decir. Parece que el feeling de escritura no me acompaña hoy. Ya intenté dos formas de empezar este post, ninguna es lo que siento que quiero escribir. Llevo varias semanas en silencio y en movimiento. Me pasa cuando me muevo que recolecto mucha información en mi cabeza. Hasta parece que mis razonamientos mejoran cuando los digo hablados, cuando converso. Parece que el mundo que me nutre cuando me muevo tanto se mueve tan rápido como las palabras y escribirlas toma tiempo. Parece que aun no he parado de moverme, aunque hoy dormí y soñé con cosas extrañas, mundos mágicos, pesadillas y rarezas. Sentía el calor del sol mañanero y veranero entrar en la habitación, caer en mis pies, los recojo un tanto, me hago la loca, siento el calor, y caigo profundamente dormida otra vez para seguir el sueño, manipularlo y llevarlo a un lugar que mi mundo conciente le guste. Miro mi piyama de corazones. Que calor hace con ella. Esta mañana al despertar vi el amanecer y el cachito de luna yéndose para que el sol siga su paso. Y el sol, que parece el rey de la temporada, entra con ganas y el cielo cas azul profundo, con nubes regadas por las fuerzas de sus rayos y yo dormida, con el calor en los pies, y las cobijas a un lado. No me quiero mover, aunque siempre quiero moverme. Los dedos en las teclas, los pies en la calle, los ojos en el paisaje. Tengo cosas por hacer. Demasiadas diría yo, mas de las que me gusta tener pendientes. A veces creo que mi vida es una lista interminable de pendientes, una suma de deudas con el mundo pero sobre todo conmigo. Los días se van mas rapido de lo que yo quisiera, se esfuman, y digo con ganas que no se vayan, con mi ganas y desganas. Luego cierro los ojos, queriendo que cada noche sea eso, la muerte que nos merecemos, el viaje pendiente, los deseos cumplidos. Cierro los ojos, no me tomo un tinto, no me tomo un trago, tomo aguita, respiro, me duermo.

Los días me gustan tanto que no quiero que se vayan como una suma ascendente de cosas hechas y deshechas, de cosas no hechas, de cosas, y cosas. Crecí acumulando hasta no cosas, no hechas.

Por eso decidí que no quiero dejar de soñar. Mis sueños son terriblemente divertidos. Por eso, de pronto después de estas palabras las otras, las que estoy cargando, diciendo, soñando y pensando pueda escribirlas. Y luego contarlas. Me gusta como suenan en mi cabeza. Ya veremos como salen por estas teclas.

Por lo pronto y tomando palabras prestadas, me voy porque soy hecha de la sustancia de los sueños.

Un cuento, escrito hace poco.


Un hombre que va solo todo el día. Todas las noches después de tres palabras en el café con el camarero, de un día de trabajo casi en silencio. En casa, toma un baño, en silencio y solo. Tiene un cigarrillo en su boca. Toma los pantalones y los cuelga, su camisa la plancha y la cuelga lista para el siguiente día. Su cigarrillo agotándose en la boca. Se peina, se mira al espejo. Solo y en silencio. Solo. Consigo mismo.

Qué piensa un hombre solo y en silencio cada día, qué quiere del mundo. De un mundo aburrido, él es aburrido. Solo. Siempre. A veces rompe su silencio con un "gracias", un "adiós", un “es usted muy amable señorita” Por lo demás en silencio.

Le deja al mesero, dos mil pesos y media cajetilla de cigarrillos. Solo se lleva dos para la noche. Hasta el cigarrillo, su único amigo quiere dejarlo. Es un hombre solo, en silencio y sin vicios. Se sienta en el sillón a ver la tele. La rutina se repite cada día. Cada noche no hay nada en la programación. Se detiene en el pronostico del clima del día siguiente y espera que mañana haga sol. Siempre lo espera aunque nunca sale de la oficina durante el día, pero cree que si hace sol la gente tendrá mejor humor. Aunque la verdad no importa. Igual permanece en silencio y nadie la habla. Es un hombre invisible, sin mujer, ni hijos. Ninguna familia cercana, o la que quisiera tener cerca.

Hace años conoció una mujer de vestido de flores de la que se enamoro perdidamente, pero ella nunca lo supo. El es un hombre solo y en silencio. Ella nunca supo de su amor. Lucia, como el la nombró en sus sueños, murió dos semanas después a manos de su marido abusador. El hombre solo y en silencio, se lamentó que Lucía, que luego supo que su nombre era Cecilia, es decir, que Cecilia, no lo hubiera conocido y hubieran podido huir antes del marido, y así ella lo hubiera sobrevivido, y el sería mas feliz amándola, así fuera en silencio, y bueno, no tan solo. Desde entonces el hombre solo y en silencio, no ha amado a nadie.

Su trabajo es como recepcionista, donde solo hay que decir las palabras automáticas, de "buenos días" y "buenas tardes", "Ya se lo comunico", y el "Sr. X no se encuentra". Nunca recibe mensajes porque no quiere malentendidos con nadie. Igual nadie le habla, nadie sabe muy bien que existe. Solo el chico del teléfono, luego el señor del teléfono y seguro en unos años, el viejo del teléfono.

En la tele promocionan una viaje por las islas del Caribe. El nunca ha estado en el Caribe. Solo adentro de la capital fría y gris. Entre las planicies y las montañas. Nunca el mar, solo el sol que trae los vientos fríos y quema la cara con su temperatura de hielo. Se imagina a si mismo caminando por la playa con una piña con sombrillita, solo y en silencio, y prefiere mejor seguir con su rutina.

Se levanta del sillón, deja el control en la mesita, pone el reloj para despertarse en la mañana. 5:15 para poder hacer sus ejercicios matinales. Y su desayuno a base de huevo y café. Todo igual desde hace tantos años que no lo puede recordar ya. Todo como si el mundo se repitiera cada día. Como si el clima nunca a fuera a ser mas que nubes grises y luces muy blancas. Por eso, y por el silencio y la soledad insoportable, porque sabe que nunca le hará mas falta que a si mismo, tomó el revolver y con el cañon en la boca disparó sin dudarlo. Nunca lo hubiera hecho. Solo estaba esperando el momento preciso para romper el silencio.


No tiene titulo. Ahora que lo leo y corrijo ortografía siento que no es tan bueno. Me acuerdo que fue bueno escribirlo. Aqui se va, como se van las palabras al viento.