Exilio es un estado sin duda, no solo
fisico, o politico, sino mental, espiritual.
Derrotada. Acabada. Sola. Exiliada de
todo lo que era mío. Desición propia. Desolación inmensa. Te
pregunto, papá, si sabías las respuestas a esta soledad inmensa. No
me queda nada. Todo fui sacándolo de mi corazón, de alguna manera,
no del todo, para llegar hasta aquí. Aquí donde nadie escucha mis
llantos, donde el eco aturde mis oídos, donde el ruido de la calle
hace el silencio mas insportable. Las noches largas en vela, las
lágrimas ahorradas, el corazón saliéndose del pecho, la cabeza sin
parar. Donde mi cabeza va más rapido que mi cuerpo, y mi cuerpo
quieto, mirando al techo, poster del frente “in the mood for love”.
Supongo que esto les ha pasado a muchos, pero a mi no. Y qué
importa. No seré la primera en llorar desconsoladamente ni la última
en hacerlo. No es que no sea adulta, es que soy adulta y por eso
lloro. Papá, ¿sabías que esto iba a llegar? ¿Cierto que no podías
vernos asi llorando, con el camino hecho nudos, la visión nublada,
los pies tropezados?
Podria echarle la culpa al muerto, o a
septiembre que lo único que trae bueno es el cumpleaños del amor de
mi vida (mi hermano menor, el mejor corazon del oeste) porque de
resto no trae sino cursilerías y los afanes de unas hojas amarillas
y unos cielos grises, pero sobre todo de unos días que se ufanan en
terminarse más pronto, anunciando los fracasos por adelantado. Si
hay alguna responsable es la que es dueña de este cuerpo que sin
saber que se iba al desierto de ser adulto, lo hizo sacando cada cosa
conseguida, heredada o simplemente dada. Yo se que vienen días
peores. Yo se que viene. Yo ya me conozco, soy vieja conocida.
Deberían venir son tiempos mejores,
solo que no tengo la fuerza para retar mi propio reto, solo quiero
estar derrotada, con el ojo encharcada, caminando sin rumbo, porque
ya está perdido.
No quiero iniciar mas historias de
amores, no quiero enamorar a cualquiera. Quisiera no echar raíces,
andar como una vagabunda, dejando un pedazo de mi corazón en cada
esquina, con el olor de los perfumes de la noche y el peso de unos
pies cansados.
Y entonces todas las buenas intenciones
vuelven a caerse como una torre de cartas... son ellas un desierto
que el viento mueve de lugar pero sigue siendo desierto. Ahi no
crecen, no mueren, son ellas, intenciones puras y duras.
Yo se que mañana habrá lluvia, ni me
afano en pensar en un día mejor.
Pero si ya no tengo nada, si me exilié
de mi propia vida, no hay nada que perder. Ni buscar cosas poderosas,
ni mas grandes. Hace tiempo entendí que buscar la grandeza no trae
sino angustias y me es suficiente con lo grande que me queda la vida,
de la que profeso tanto y tanto.
Podría salir corriendo, ya, sin
dudarlo a los 15 grados de una noche con luna menguante. Podría
tomar un tren mañana a cualquier parte, sin rumbo, que mas da, sin
rumbo estamos ya. Podría sentarme y trabajar como desquiciada para
no pensar, pero que vaina, mi trabajo es pensar. Podría buscar
cualquier trabajo, si, podría, y podría.
Cualquier cosa menos regalar mi cabeza
y mi corazón a cualquier cosa, ni a esta ciudad de vagos y tardes
preciosas. Esas se van conmigo a todas partes, mas que a mi sombra,
que algún día amanecerá muerta en un intento de suicidio exitoso.
Hoy desde Berlín, mañana, cualquier
otra parte. Ya si he dejado tanto, hasta a Berlín puedo dejarla. Lo
único que no puedo hacer todavía es regresar. El camino de vuelta
se ha perdido.
(Escrito en días aun de insomnio, hoy sin embargo hay sol y algunos sueños. No todo esta perdido, algunas cosas si, pero cuando todo se pierde, nada puede ser peor)