Un texto por
escribir. Ah, y otro por escribir. Y otro por escribir. Es decir, debería
escribirlos. Hace calor. No enciendo la luz para no perturbar la penumbra, música
para entretener la voz interna, para que no me convenza de las tonterías que
piensa. Son tantas cosas, y antes eran tan pocas. Qué hacer para hacer cada cosa
que uno quiere hacer, para cumplir con las promesas tácitas, con la palabra
dicha, con los sueños escritos en la memoria. La vida debería ser simple, tan
simple como hacer el pan en la mañana y tomar el café mientras se lee un libro.
No, no. Hay algo en la ambición y la necesidad, en el afán de esta vida moderna
tan llena de información, tan llena de necesidades, tan por fuera de cada
segundo. Irgendwoanders aber nicht hier. Debería hacer muchas cosas, en cambio
me reclamo no hacerlas y me gasto los días y los minutos haciéndolo. Reclamándome
lo que no hago, olvidándome de lo hecho, de lo no hecho. Quisiera meterme
debajo de las cobijas, estar en la oscuridad y salir cuando se acabe el
temblor. Pero hace mucho calor, el aire huele a hierba húmeda, a arboles
florecidos, un pachulí que no permite estar del todo de mal humor pero tampoco
te deja fluir como un rio. Estoy en una piscina de pelotas a los dos años, son
mucha pelotas y aun estoy chica para tantas cosas al mismo tiempo. Odiaba las
piscinas de pelotas. Siempre me ahogaba. Como ahora. Pero ya no estoy chica, ya
no soy una niña, solo juego a no crecer, a olvidarme de eso. Eso. Ser adulta.
Ser grande. Man muss alles selber machen. O algo parecido.
Las pelotas son
las palabras que no se organizan en mi cabeza, las que salen de mi boca como
una avalancha que no da tiempo de comprender ni analizar. Estoy sola, tan sola
entre tanta gente, ten lejos de todo, tan poco cerca de lo que soy. No, no. No
todo es verdad, pero tampoco es falso. Uno a veces se siente asi, como si ese
así, fuera el fin del mundo. Como andar en la oscuridad, nadar con los ojos
cerrados entre las pelotas, tocar sin sentir. Las palabras que salen como de
otra persona. Pero no soy yo. O no creo serlo. Y repito de nuevo, a ver a que
suena, y la misma palabra tan ajena, pero tan correcta. Era la palabra
adecuada, pero no me suena, no me convence, no me hace sentir a gusto.
Hay dias en los
que me canso de ser ajena. Hay días en los que solo tengo que mirar la ventana,
o cerrar los ojos, o escuchar a cualquiera y escuchar las tonterias que dice,
precisamente para no sentirse como yo. Ajenos somos todos. Y yo huyo pero persigo
al mismo tiempo esa sensación de extrañeza.