Una noche de verano. No contesto el teléfono. No hablo con nadie. Estoy en mi casa fantasma, la de los ruidos raros y los zancuditos que rodean todo lo que se pudre. Tengo muchas preguntas. Pocas también. Los dias pasan y yo los veo pasar. A veces paso con ellos con el viento tibio en la cara y mi bicicleta veloz. Sobre todo tengo pocas respuestas. Tengo también poco que decir. También poco que sonreír. Un letargo de días soleados, en los que provoca sólo estar bajo el sol y dormitar entre las páginas de un libro. Un libro. 2666. personajes y sucesos relatados y contados sin vergüenza y sin asco alguno, por mas cotidianos, sencillos. Un inventario de sucesos en diferentes tiempos y de diferentes gentes. Un universo para perderse mientras a mi lado un idioma se escabulle, el tiempo se riega por las grietas de mis vacios. La noche. Hace calor. Afuera suena el tranvía. En el chat no hay muchas palabras. Un viaje. Viajar al hogar. Cual hogar si somos un montón de despatriados. Huérfanos de hogar. Caminantes sin rumbo y lugares fijos. Buscar sentido a lo sinsentido. Buscar razones. Creerlas. Crearlas. Contarlas. Pero ser honestos. Un viaje. Mas viajes. Una nueva casa. Zu Hause. Ich bin zu Hause. Welches Haus? Wo ist dein Haus? Haus, Heimat. Sehnsucht de lo que no existe. Y vuelvo al libro. Y escucho los Beatles. Y sonrío con unos cuantos pocos amigos. Y hablo de nuevo de la vida. Y nos hablamos de la vida. Y empezar a no sentir los años como un peso. Y sonreir suavemente y a veces con una carcajada ruidosa. Y siempre hay un silencio. Un silencio de lo que es no estar asido sino a si mismo. Como inicio y fin. Tareas abandonadas, misiones no cumplidas. Un mar de olas que nacen pero que nunca mueren en ninguna orilla. Y buscar las fuerzas, y exigirles a ellos fuerzas. Y de pronto ser optimista por tiempos mejores. Y no querer soportar la debilidad cuando estoy mas debil. Y si, un cigarro. Un tinto. Y luego el libro de nuevo. Y no contesto el teléfono. Y quiero huir de nuevo. Y quiero seguir huyendo de mi propia sombra, de mis ideas oscuras, de mis pasos mal dados. Huir y huir como si dentro de mi, mi peor enemiga, estuviera apuntándome en la sien.
No se que busco. Sin duda. No se si quiera seguir buscando sin sentido. Sentada ahora en un colchon de agua. Hundida entre mi propio peso y mi propia conciencia. La culpa. El fracaso. Todo que se cierne sobre mi rostro como un atardecer de nubes grises escondiendo la luz del sol.
Pero el tiempo sigue corriendo. Es gibt Zeit. Siempre. Y mi reloj marca cada hora. Y las campanas de la iglesia vecina los días. Y el despertador titila una hora nula que nadie ha instalado. Entonces sigo leyendo. Sigo escribiendo, cualquier cosa. Y si, tengo el corazón y la cabeza en dos husos horarios, que como decía el libro, que ya no es el autor, sino el libro que me habla con sus páginas, es una manera de desaparecer. Con el corazón y la cabeza desaparecidas por tantos meses, sin contar ya las lunas, porque a veces ni miro el cielo ni los ojos de los que se sientan al frente de mi silla en el tren.
El cine esta en silencio. Las luces titilan. Esta ciudad me traga. La vida me traga. Yo misma me devoro. No soy un raton contra la pared. Soy una pelota en una piscina de pelotas.
Quiero dejar la culpa. Pero la culpa esta pegada sobre toda mi. La culpa de la vida que me dice que soy una idiota por no saber nada de ella. Es un juego. Y yo caigo en el. Le creo. Aunque no debería. Es mi vida, y yo la recuerdo como la vivo. Yo la conozco al derecho y al reves, porque la hice a mi medida.
Maldita culpa. Vete lejos. Que yo no quiero huir mas de mi, ni de ti.
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