No quiero olvidar. No porque quiera recordarlo... mas bien para no olvidarlo, lo quiero como punto de referencia. Hoy estoy en un bosque profundo en el que me adentro caminando con cautela, mientras las ramas de los árboles y sus raíces se turnan para hacerme caer cuando quieran. El sol entra de a poco entre las copas y las nubes. Estoy atenta como cazadora, sigilosa como cuando uno no quiere que se despierte un oso feroz. No quiero olvidar lo que hay detrás del bosque para saber mientras camino y en medio de la cautela que por fuera del bosque hay mas, muchas cosas más que me pertenecen, como ese aire que me permite respirar, ese aire que traspasa la espesura del bosque y llega hasta mis pulmones. El aire no es del bosque, el aire viene de los días que han pasado del ritmo y la vida misma. Vida que da más vida. Recuerdos que se reemplazan por otros. Recuerdos que se borran, días que se olvidan con mas olvidos futuros.
Después de ser viajera, el romance se acaba. Necesito aun el viaje. El viaje mientras las burbujas, el viaje en el dragón amarillo, el viaje en el tren que parece de juguete, el viaje en la autopista mientras los molinos de viento modernos me hacen preguntarme donde estarán las dulcineas listas para ser salvadas por caballeros errantes y sin objetivos, en un continente lleno de perdiciones y falsas utopías de unidad y perfección moderna. El viaje entre los asíncrono de los lugares. El viaje por las calles empedradas, las películas de los años de las guerras, el viaje entre mis libros colombianos, el viaje en mi casa zombie, el viaje como una vida. El viaje y yo, yo y mi viaje. Un viaje ya sin romances, tan lleno de realidades subjetivas, de paisajes que dibujo con el lápiz chueco y la punta roma. Borradores sucios que dejan marcas, pero que permiten seguir dibujando. Caminos que se van haciendo a cada paso, pero ya no hay romance. Todo es mas real. Mas racional. Nada de idilios. Este es el cielo gris que escogí y si quiero permanecer aqui, aun a pesar de su propia esencia opaca y sin brillo, el idilio se acaba: toca ir de un lado a otro en pequeños viajes constantes, interrumpidos por idiomas extraños, razones ajenas que hice propias, terquedades que asumo, porque quizás es demasiado tarde de recuperar el camino de entrada a este bosque. Estoy muy adentro y aunque el aire sea el mismo, ya se ha perdido el rastro. No queda sino caminar y avanzar, así sea en círculos, en zig zag, armar un camino como sea, para despejar algún día este bosque profundo. Llegar a un claro, llegar, porque no he llegado. Mientras tanto me asomo al rayo de sol que supera las nubes pesadas y grises pintadas con brochazos fuertes de un blanco muy sucio, miro entre las copas de los arboles, respiro de nuevo el mismo aire, que es la única evidencia de que estoy viva, que aunque el romance se haya acabado este es mi aire, este es mi camino y que yo decidi adentrarme en ese bosque profundo lleno de contradicciones.