Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

jueves, 30 de agosto de 2012

Memorias de viaje: Donde los griegos y los turistas




Decimos adiós a Estambul en un bus que durante tres horas recorre el monstruo entre la oscuridad de la noche para montarse en un Ferry y continuar el camino a Selçuk. El bus tenía a falta de baño, pantallas en cada silla y Wi Fi. Claro que las pantallas servían poco, ya que las películas en turco no son nuestra especialidad. Mientras aprovechaba como una adicta el internet en mi teléfono en la pantalla pasaban una película de animales en vía de extinción. Animales del mar como las tortugas, delfines, y demás que nadaban en silencio mientras nos tomó tres horas salir de Estambul y poder montar el bus en un Ferry.

Es mi primera vez en un bus en un Ferry. El mar no se ve. Pareciera que flotáramos en la nada. Solo unas luces divisan las orillas. Y la luna da cuenta del agua. Son 30 minutos que ahorran como 4 horas más de viaje.


Siempre he odiado viajar de noche y tener que dormir en un bus. (O en un avión) pero parece que el odio me lo tengo que guardar. Al que no quiere caldo que le den dos tazas. Tenga para que lleve una noche interrumpida cada dos horas por cada parada al baño. Lo más curioso de la noche y la experiencia del bus en Turquía es el bus-mozo: chiquillo de 17 años, de corbatín y sonrisa fácil. Hace su trabajo muy bien, de habilidades sociales y lingüísticas inigualables. No nos dejó dormir ofreciendo te cada hora, pastelitos y limpiando nuestras manos con alcohol. Es decir, una noche larga y particular.

Llegamos al Otogar  (estación de buses) de Selçuk. El mapa nos indica que la ciudad es bien pequeña y que el hotel, Boomerang Guest House, queda a 5 min caminando de allí.

Llegamos a dormir.

******


Hemos dormido mucho y hace mucho calor. No quiero quejarme del calor, pero parece que he perdido la práctica en el norte. Estoy contenta de viajar de nuevo. Se siente distinto, y no siento miedo alguno por el viaje ni por Turquía. Me gusta. He tenido sueños muy pesados, extrañas pesadillas de las que me levanto con un grito en el sueño, antes de gritarle a todo el dormitorio.

Ayer después de descansar la familia dueña del hostal muy amablemente nos invitó a un laguito como a 5 kms, para tomar un corto y refrescante baño en agua muy muy fría. Así viajemos en la noche para aprovechar el día siguiente, resulta que ese día tiene bajas baterías y rinde solo para aclimatarse.




******




Hoy fuimos a Ephesus. Donde los gatos caminan entre las piedras entre siesta y siesta y los turistas en masa escuchamos historias, imaginamos lo inimaginable y nos tomamos fotos estúpidas. (pero tiernas, divertidas, en fin)





Ephesus, ciudad griega y luego romana, de la que quedan muchos restos, pero dice la leyenda y la historia, que las mejores ruinas están en los museos: el británico y en Viena. Demonios. Se roban la historia para guardarla en museos. Aunque otros dirían que es la mejor forma de conservarla. Sin embargo.



 

Nos pegamos del libro mágico y de los tours que en diferentes idiomas nos iban contando, el teatro, los baños, la biblioteca, el mall comercial, las casas, y así, escuchando comparaciones estúpidas, como "en tiempos de los griegos no había twitter, por tanto era el ágora el sitio de discusión" íbamos riendo, haciendo pausas, mirando los gatos, imaginando los tiempos.




Lamento no haber escuchado mis clases de historia del arte en la universidad. Pero creo que estar aquí vale más que cualquier otra clase. Lo que veía en los libros o en filminas a las 6am, era terriblemente aburridor. Ahora bajo este sol inclemente me gusta ver y tocar las piedras. Recordar los nombres de las columnas, dóricas,  jónicas, corintias. Las inscripciones en griego, la arquitectura de tiempos imperiales, ciudades tan antiguas y tan importantes. A veces solo se ven piedras tiradas. Y otras veces reconstrucciones de las estatuas originales que están en museos. No importa. Por aquí mismo se ha caminado día tras día (desde hace tanto tiempo que no me cabe en la cabeza). Y a pesar del clima y de los humanos que arrasamos a donde vamos, aquí estamos.

******
 


Los gatos. Testigos sigilosos. Recuerdo el hombre que hablaba con los gatos, en no se cual libro de Murakami. Qué historias de turistas ridículos contarán los gatos, o cuales historias habrán heredado de sus antecesores. Tradición oral gatuna sobre las ruinas de Ephesus. Alguna vez ciudad imperial, ahora, sitio de peregrinaje de turistas.


Me cuestiona un poco esto del turismo. Como turista odio lo que hacemos los turistas. Consumir paisajes, que se olvidan rápidamente, y que solo sirven para decir, yo estuve ahí, y chuliar una lista de los lugares que debimos haber visitado en este planeta absurdo antes de morir. El viaje, sin embargo no es el lugar turístico. Así nos empeñemos en ir hasta allá y tomar las fotos que todos han tomado una y otra vez y que abundan en internet como una peste repetitiva. El viaje es ese recorrido. Es el contacto de los pies en el suelo, es el caminar como una forma de reflexión y meditación. Es el paisaje que trae a nuestra cabeza la nostalgia, o la emoción de ver algo nuevo o algo que nos recuerda algo más cercano. De pronto viajamos para recordar el inicio de partida. Para recordar lo que éramos antes de iniciar el viaje y tomarse las fotos ridículas. Viajamos para añorar el final, para añorar el inicio.


A veces me doy cuenta que olvido el trayecto. Eso es lo más importante o debería serlo. Pocos después de los años, recuerdan cómo fue que fueron de un lugar a otro, o como era el bus y la gente sentada al lado. Yo ya estoy olvidándolo. Así como la vida.

*****


Dicen que en Ephesus estuvo María con San Juan, y que este último escribió parte de su Evangelio aquí. Me pregunto en qué parte del mundo habrá quedado San José. ¿Se habrá reusado a viajar con María? O ¿María lo abandonó porque se enamoró de San Juan?


*****
Turquía como punto de encuentro de Europa y el medio Oriente. El cristianismo se expandió por lo que es hoy Turquía para llegar a Europa. Y las civilizaciones tuvieron que atravesar el mismo territorio para llegar hasta el Oriente. En mi cabeza es un mapa lleno de líneas y colores que forman intersecciones y choques y líneas de huida y masas compactas de encuentros y desencuentros.

*****

 
Hablando de turistas. Hemos decidido rápidamente y sin pensarlo mucho que antes de bajar a la playa, vamos a pasar por Pamukkale y ya que de allí es más cerca que de Selçuk para ir al sur. Entonces tomamos un Tour que además de costoso, nos llevó a Pamukkale al medio día, hora en la que los turistas están (estamos) todos juntos ahí en esa montaña blanca. Tourist trap. Oh Man! Mucho calor, muchos turistas, ¿a qué horas decidimos esto? Trato de disfrutar pero estoy muy encartada y aunque logramos meternos un rato al agua tibia llena de barro y cal, el tiempo es corto y ya tenemos que tomar el bus a Fethiye. Nuestro próximo destino.



Hicimos lo mismo que las rusas que con sus cuerpos se doblan para hacer parecer sus cinturas más pequeñas y parecer modelos con fondos blancos muy blancos y cielos muy azules. Solo que nosotros nos reímos después de observar el espectáculo turístico. Pammukkale debe ser bonito, sin tour y en la tarde con menos sol.

Vamos a la playa que no quiero mas turistas. (Y sobre todo necesito ver el horizonte y dormir bajo el sol)





jueves, 23 de agosto de 2012

Memorias de viaje: Estambul. Un monstruo de 7 cabezas.



Dormir en el aeropuerto como medida de economía. (Idea que sin saberlo se repetiría en los próximos 20 días). De desayuno un Bretzel traído de Berlin y un osito de chocolate que dieron en el avión. Muchos vuelos llegan en la mitad de la noche desde todas partes del mundo. Mientras procuraba tener los ojos cerrados y me protegia del frio en el piso con la cobija gris del avión de Lufthansa, la máquina que limpia el piso, shshsihsishsishshissuuuuu, el altoparlante femenino que anuncia los vuelos desde Osaka o Jakarta, la cinta transportadora exponiendo las maletas viajeras y los Japoneses desempacando de los paquetes sus compras de los Duty Free de alguna parte del mundo. A la vista cremas hidratantes, perfumes, objetos electrónicos. Salimos.



Ya mientras la luna se veía a lo lejos, aclaraba el día. Antes nos tomamos el café más caro de la historia, Starbucks por supuesto. El presupuesto empezó mal. Así de la Jetonmatik (la máquina que expende las fichas que son los tiquetes de metro) sacamos dos fichas para adentrarnos en la ciudad en un vagón de metro.



 *****



Es imposible no comparar cada ciudad que visito con las ciudades que vi al crecer. Ya crecí y ahora visito otras ciudades que siempre se muestran cercanas a mis ciudades. Estambul es como una ciudad Colombiana. Sucia a veces, desigual, de arquitecturas fallidas. Le sobra historia y gente, o mas bien a las ciudades colombianas les falta la historia. Millones se mueven en esta ciudad, cientos de turistas al mismo ritmo que avanzamos como hormigas por los mismos lugares: Haya Sofía, Mezquita Azul, Basílica Cisterna, Sultanameth (barrio endemoniado de turistas).


 Hace calor. Ya no estoy acostumbrada a esto. Nos tomamos además la una cerveza cara en el hostal por recompensa a un día tan largo mientras bocanadas de humo de Narguile con sabor a manzana salían por nuestras bocas. Andrea ya planeó cada uno de nuestros días. Yo le sigo el ritmo. Es hora de dormir.



 *****

Estamos debajo de la Torre Galata. Al otro lado de la parte Europea. Tuvimos que cruzar el Galata Bridge no sin antes habernos escampado de una lluvia de verano en medio de unos locales comerciales, tipo el hueco de Medellín.




Claro, éramos las únicas turistas de la zona. En vez de subir a la torre y ver Estambul desde arriba, pagamos un café turco en el Konak Café. Es caro. No importa. Necesitamos un poco de sombra, y ver la ciudad desde arriba siempre vale la pena cualquier café costoso.



Una pareja e la mesa del lado, el continua conquistándola con cada sonrisa, y ella guapa con ojos verdes, sonríe aprobando cada uno de sus movimientos. Están enamorados y yo sospecho que se van a casar. Ella intenta pagar la cuenta al final. Pero el no la deja. Es un juego de poder.




 


 ****



 En esta ciudad estuvo mi papá por unos días un par de años antes de morirse. No recuerdo mucho de sus impresiones, pero sí que le encantó esta ciudad llena de gentes. Recuerdo que el gran bazar era su fascinación. (Probablemente sus habilidades de negociación eran mejores que las nuestras).



Aquí en esta ciudad de 7 cabezas monstruosas ha pasado la historia y ha sobrevivido un país. Marco Polo. La ruta de la seda. En fin. He olvidado mis clases de historia y procuro olvidar el olvido con lo que Andrea me cuenta que lee en la guía de Lonely Planet. El libro mágico que llevamos los viajeros (el nuevo libro guía de historia), siguiendo sus consejos, sus recorridos. Y creyendo cada uno de sus chistes malos. Los accidentes geográficos ya no son puntos sobre un mapa. Son superficies que piso, olores y colores que compruebo. Que recreo. El cuerno de oro, el Mármara, el Bósforo, Constantinopla. El Agua. El azul turquesa se lo inventaron en el mar que baña las costas de Estambul.



 ****

Istanbul Modern es como un museo europeo en una ciudad que quiere ser europea pero que no se deja. A donde uno va, hay que comer comida chatarra local. Así llegamos a las hamburguesas mojadas en Taksim. Sudadas y amarillas. Probablemente sean de carne de gato, pero son deliciosas, mejor que las cheese hamburguer de cualquier macshit. Porque hay tantos gatos en Estambul? (Se responde la pregunta, a cada vez que en los restaurantes la gente dan parte de su comida a los gatos). Dicen que en el Islam es muy importante eso de compartir, incluso con los gatos?.



¿Cuántas mezquitas tiene Estambul? ¿Istanbul? Y los llamados a los rezos 5 veces al día recorren la ciudad como un rumor repitiéndose en todas las esquinas. Miró el reloj. La misma hora de ayer, y será a la misma hora de mañana. Como cuando recomiendan comer 5 veces al día para una vida saludable, aquí recomiendan orar 5 veces al día. En las mezquitas no hay imágenes. La arquitectura y los minaretes se alzan como imágenes de por si poderosas sobre la ciudad. No hay imágenes, pero hay oraciones-música. No sé que dicen. No parecen perjudiciales. De hecho me gustan. 



Me gusta tomar caminos alternativos. Los que nadie nunca toma. Y de repente llegamos al puente de los carros, por donde hay pocos peatones y menos turistas. Es domingo. También hay pescadores sobre el puente, como en el Galata. Los hombres nos miran demasiado, y Andrea acelera el paso. El atardecer está precioso. Yo tomo un par de fotos a costa del afán de Andrea, del riesgo y de mi ingenuidad. Qué más da. Por aquí solo pasan locos.


Nosotros estamos inmiscuyéndonos en un paisaje marginal pero no hacemos mucho daño. Solo miramos. Apunto con mi cámara para llevarme un par de postales.

*****

La jetonmatik es una máquina la futuro a universos paralelos. Los pececitos plateados que pescan desde los puentes se confunden con las luces del sol sobre el agua azul turquesa. Estamos en el lado Asiático de Estambul.



 ****

Me gusta caminar las calles solas, ver las fachadas mudas manteniendo el silencio en los días en que las puertas y las ventanas no se mueven. Las casas como cajas encerrando secretos. Me pregunto, como parte del viaje, si seré capaz de escribir como un oficio. Escribir por fuera de los lugares comunes. Escribir por siempre. Lugares comunes. ¿Acaso no somos los humanos los mismos? No es sino mirar a los turistas, que como yo, hacemos lo mismo. Las mismas fotos, los mismos caminos. El lugar común del consumo de lugares, llevar el recuerdo en bits para que se pierda en aparatos electrónicos y en las neuronas de la vida.

Necesito encontrar un oficio.

 ********

 Beyoglu. A lo largo de la Istiklal Cadessi. Ríos de gente, esta avenida comercial con edificios de arquitectura neoclásica, los mejores días de finales del siglo 19 y principios del 20. Un siglo después, centros comerciales, marcas de ropa. Tanta gente como el mar que se mueve y se remueve a cada vez. Esta masa de gente, cada cabeza y sus pensamientos, cada vida, cada pensamiento revolcándose al andar a cada segundo. La fuerza de esta ciudad es la fuerza del viajero, que la camina presionando y formando los caminos a cada paso.

 *******


Me gusta como salen las sonrisas aquí con los turcos. Como naturales, como un hábito milenario producido por el misterio de mirar a los ojos. Los ojos de la gente de aqui adivinan tu cabeza y se extienden hacia adentro como unos hoyos negros.

****

Pasamos la noche como la ciudad: sin dormir. Desde arriba vimos como la ciudad vive inquieta incluso cuando se pone el sol. Cuando no hay sol. Cuando solo hay luces, cuando ya no las hay. Cuando sale el sol. Si quieren conocer una ciudad que no duerme, Estambul. Aquí hasta los dragones de las aguas oscuras de la noche se mueven de un lado al otro sin descanso. Solo la bruma hace parecer que la ciudad se ha apagado. Solo esconde su inquietud. Pero como siempre con los ojos hay que tocar mas allá de la superficie y suponer lo que pasa en esa geografía entre el mar y la montaña donde viven millones buscando el pan de cada día, la diversión de cada noche, el aire fresco escaso de la noche.


Sin dormir lo suficiente y antes de viajar, recorrimos la ciudad por el lado de las murallas caminando hasta el mar, donde los barcos aguardan como en pie de lucha en una batalla naval su paso por el Bósforo.




Entre las dos murallas, los campesinos que viven ahora en la ciudad se dedican a sembrar todo tipo de verduras. Un tipo de agricultura urbana diría yo más que para el propio consumo, vender en las esquinas un poco de todo y así ayudarse en la vida dura de la ciudad. Pero solo son suposiciones de viajera. Ficciones en esta ciudad bonita.