Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

miércoles, 21 de agosto de 2013

Un punto final en Madrid.

Llegué a Madrid hace exactamente 17 días. Escogí a Madrid tal vez sin razón. Porque si, ¿por qué no? No la conocía y a pesar de las advertencias del verano infernal, hice caso omiso. En Alemania no es que sobre.

Un domingo llegué a la estación de Atocha con mi maletica azul y mi mochila con el computador y la cámara. Siempre que viajo trato de reducir mi equipaje, pero esta vez pensé que con tanto tiempo libre, la cámara era importantísima y el computador donde iban a quedar todo lo que escribiera.

El plan de hacer un curso de escritura salió tal vez una tarde de invierno que pase en Barcelona a principios de este año mientras salía con ansiedad de una librería. Tantos libros y yo perdida en el norte. ¿Qué podría hacer mientras disfruto de estar hablando y leyendo solo en Español?

La idea siguió creciendo, total, lo único que no he dejado de hacer desde que soy muy niña es escribir. Llevo ya varios años en este blog, y antes cuadernos y cuadernos de todo tipo de cosas. Tal vez este blog se ha vuelto un diario adolescente que ahora odio. Y en mi trabajo es importante escribir, pero alardeo de contar historias pero no cuento ninguna. En Alemania y con el alemán en la cabeza no es que mi español sea muy elocuente ni muy fluído. Ahora me veo entre dos idiomas que no logran expresar lo que pienso. No es culpa de los idiomas, ni de las palabras, soy yo, que sufro de nostalgia del lenguaje. Un lenguaje que se diluye entre mis manos, que no logra salir de mi boca, que no se traduce ni en palabras ni en imágenes que se acumulan imágenes en mi cabeza. Que sufro de exceso de mi.

Pues la cámara no la he usado mucho, tal vez este mes sea solo de palabras. Mis cuadernos y mis archivos se van llenando lentamente de palabras, de historiecitas, de pensamientos mientras recorro las calles de esta ciudad que me tiene sorprendida. La soledad no me pesa, mi cuerpo no me estorba, disfruto incluso del vaho de aire caliente que sale del piso y de las paredes a las 5 de la tarde. ¿Qué por qué no escogí España hace cuatro años para estudiar? Tal vez esta experiencia de ciudad que me tiene sonriendo todo el tiempo no hubiera sido posible sin Alemania.

Hay ciudades que lo escogen a uno. Otras que suceden solo por azar. Otras que uno escoge pero que se dejan ir. Otras que tocan, porque no se pudo elegir.

Me siento muy cómoda. He sido rigurosa pero me he dejado sorprender. Es extraño ese equilibrio, el de poner un plan en marcha, de tener todo el tiempo disponible para hacer lo que quieras y hacerlo pero al mismo tiempo permitir el ocio en el ocio, no hacer nada, solo caminar, solo estar.

Entonces voy a las bibliotecas y leo, escojo libros, pelis, leo algo allí, allá, tomo notas. No hay objetivo mas que ese, estar ahí. De ahí descubrí a Houelluebecq que con su “Mapa y Territorio” me acompañó en el Parque del Retiro, ahí al lado del estanque donde el verano se traduce en una pintura impresionista en la que sobran los sombreros y faltan los trajes antiguos. También estuvimos en el Templo de Debod, a donde van todos a ver el atardecer. Ver como se enciende el cielo en la clásica foto de atardecer es difícil en Madrid. Los edificios y las calles estrechas de una ciudad que se extiende bajando y subiendo por las colinas hacen que el cielo sean fragmentos que cambian a cada vez. Mientras Jed Martin el del libro pintaba y los artificios del mundo modernos eran listados como en un inventario incansable de consumo, también estuvimos en las placitas, San Andrés, Santa Ana, Jacinto Benavente, con unos churros de Chocolate, en Plaza España también, en mi cama en mi habitación de convento que a pesar de su tamaño reducido no me hace extrañar el estadio que tengo en Weimar.

“Madrid son las conversaciones que uno entiende, es el atrevimiento, son las sonrisas de reconocernos, los roces de pieles calientes, son los ojos oscuros, los pelos ralos, las pieles mas morenas, son las negras también. Son los libros que puedo ojear, que huelo y que puedo entender con mis propias historias. Y curiosamente es una ciudad que también empiezo a describir con otras palabras de ese otro idioma que permanece en mi cabeza, so frech, so heiss, y saber que hasta me hacen falta esas palabras, ese descubrir otras formas de decir lo mismo. Pues bien, Madrid es solo un lugar, soy yo, la que mientras camino, me camaloneo. Muto entre las esquinas, sueño en las bancas de los parques, miro el cielo con sus nubes escasas mientras pienso y anoto palabras a veces sin hilo, sin conexión. Soy yo en esta ciudad que va lento como un caimán en la orilla después de haber devorado la cena, pero que muestra los dientes a la menor amenaza.

Madrid, ciudad en la que las soledades nos encontramos, en donde la felicidad no tiene credibilidad, en la que se habla duro, se insulta con ganas, se sonríe desde adentro”. (Escribí hace un par de días)

Es también tangos perdidos, es español en chino, es vallenatos que pasan, es los travestis en la calle del Desengaño.


Y suena ridículo, pero cómo no escribir en una ciudad donde estuvo Cervantes, aquí a un par de calles de donde estoy. Y Lope de Vega y el del Lazarillo de Tormes, me siento en una clase de español del colegio, otra clase de historia, y otra de arte. El Guernica, Goya y sus caprichos, Sorolla y su luz mediterránea, el Palacio Real y los reyes, quintos, primeros, ¿quienes son? Son piezas que se van encajando entre mi memoria, las ideas fijas, los prejuicios y los descubrimientos. Aquí descubro América, aquí está una de las fichas que faltaban en el rompecabezas de la cabeza.

Eso de la madre Patria que siempre me pareció una estupidez y no la voy a repetir. Pero sin duda hay un reflejo cuando se camina, se come, se vive esta ciudad ruidosa, de fiestas en la calle, de tipos malhablados, un poco ruda y atrevida.

Darse cuenta que llevo tanto tiempo sin hacer cosas que me gustan tanto, como si hubiera estado en la orilla del frente todo el tiempo, pero no en la orilla que quería estar. O tal vez, solo sea un asunto de ir y volver.

Y escribir. ¿Para qué? Recordar todo el tiempo que es solo porque es divertido. La premisa para disfrutarlo. Sigue siendo un ejercicio terapéutico, tal vez para salir de mi, aunque lo curioso es que para hacerlo hay que entrar en lo profundo. Pero no escribir mas de mi, no mas de la misma forma. Por eso este blog se cierra como se conoce hasta hoy. O mas bien se acaba. No lo cierro. Al final es historia, es vida, es lo que soy yo hoy. Algún día se verá en otro lugar, o se quede perdido entre el hoyo negro que es internet. Esta entrada será la última de esta era. Gracias por leer, gracias señor Internet por dejarnos compartir con unos cuantos que se encuentran estas palabras y se reconocen o tal vez les parece estúpido. Creo que es un ciclo que llega a su punto final. Tal vez ya empezó el siguiente.

Que hayan mas letras, ojalá en otro lugar.