Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...
martes, 25 de octubre de 2011
Nunca en cines y sin ti
Alguna vez me dijeron, los mismos que me enseñaron mi oficio, que la mejor película que uno puede ver es en la que se ve la esquina del barrio donde uno creció. Claro que puede que esto solo sea un invento mío y seguro lo que me dijeron fue otra cosa y que la esquina que uno vió cambiar mientras pasaban los días nunca salga en los cines, y menos en Colombia. Pero digamos que cualquier esquina puede ser emocionalmente la que uno siempre vió y que al final el cine o la literatura mueven el espíritu ya sea por que le hablan a uno en el oído de sueños fantásticos que uno nunca ha vivido, o por el contrario, es el espejo donde uno se ve una y otra vez reflejado.
“Nunca en cines” lo terminé de leer en el puente que pasa por las vías del Ring en Schönhauser Allee. Lo compramos una mañana en medio del sopor del medio día en el centro de Cali, despues de una noche de esas que uno va a recordar entre el viche y la locura. Lo compramos porque el nombre de Andrés Burgos nos sonaba un poco, y apenas lo abrimos decía, “En Medellìn, Colombia hay un tipo que se llama Victor Gavirìa y hace películas.” y no precisamente porque nos guste Gaviria en exceso.
Cerramos la página, nos miramos a los ojos casi sonriendo y lo compramos sin pensar en los $15.000 pesos que costaba y que se salía del presupuesto de libros de no mas de $5.000.
Pues resulta que el Andrés Burgos tiene hasta twitter, y que estudió en la universidad de Antioquia como cualquier cristiano o mas bien cualquiera como nosotros: es decir era de carne y hueso. La primera conexión que hicimos fue sentados en las escaleras de la casa de nuestro amigo en Cali, leyendo en voz alta, como nos gustaba leer, haciendo las interrupciones precisas para contarnos una cosa u otra que se ocurría mientras pasaban las páginas del relato del niño con la cabeza mas redonda de la clase en el primer dia de colegio.
Recordamos entonces “Mi Familia mía” que el Hombre Kasette había reseñado sobre Camilo Uribe, el personaje principal de esta historia de “Nunca en cines” y se nos iluminaron los ojos y luego cerramos el libro y seguimos el viaje y la vida y el libro vino conmigo hasta el otro lado del océano, para suspirar cuando lo cerré y llorar por un ojo, porque el otro no me llora.
Entonces “Nunca en cines” es una conversación llena de recuerdos de una tarde de cervezas en cualquier parque, solo que en un libro. Igual a como cuando te encuentras con un amigo de hace muchos años y te cuenta la historia que le cambió la vida. Me reí a carcajadas sola con mis zombies imaginarios que viven conmigo, con las cosas absurdas de Camilo y de Andrés en México y preguntándome por el oficio que escogí cuando salí de la universidad y que a veces parece escogido al azar. Me reflejé con Andrés y con Camilo entre sus diferencias y sus coincidencias y en mis amigos y mis amores con quienes he compartido el oficio, el de contar historias y hacer películas y ver y ver y ver y ver. Un oficio que pareciera que no ejerzo, del que no hablo, del que me escondo, de la máquina absurda que es el hacer de la televisión, que no deja respirar, esa vida acelerada que encontré en Camilo salvando el mundo, salvando su vida del tiempo, que no da tiempo, precisamente, de pensar; o escondiéndome del monstruo que es el oficio como una deuda, que uno no ha pagado, amenazándolo a uno con el tiempo y las ideas gastadas sin pies ni cabeza.
Y apunté en las esquinas del texto lo que me gustaba y lo que iba pensando, como pensando en esas tardes de lecturas juntos, y pensando en mis deudas contigo en si habría alguna. Si.
Luego vi “Gajes del oficio” y me pareció genial. Y luego seguí leyendo temiendo lo peor, porque ya sabía lo que iba a pasar y lloré otro par de veces quizás porque yo también tengo un muerto en mi haber, un muerto que se lo llevó la vida antes de tiempo justo, porque como Camilo, vivió mucho, mucho, como muchas vidas juntas.
Y recordé el último pedazo de torta de mi muerto, mi papá, que se comió en la madrugada en que murió, cuando Camilo se tomó una última Cocacola. Y entendí que uno tiene que escribir también para despedir, para saldar las deudas, para quedar tranquilo.
Pensé en enviarte el libro a cada página que leía. Al fin y al cabo fue una compra de los dos. Que volviera a cruzar el Atlántico con mis páginas rayadas y mis anotaciones al margen. La verdad solo pensé en nosotros y en mi, y en nosotros una y otra vez. Luego abandoné la idea temporalmente, pero no te asombres que un día llegue un libro, lleno de apuntes y rayones, porque puede que un día en medio del delirio, lo ponga en un buzón amarillo de correo alemán.
“….Pero eso no es mas que una fantasía que albergo, en la que un final feliz, sin fisuras, como de pelicula ideal o de cuento de hadas, me liberara de caminar descalzo que tiene la vida, en la que no existen remedios mágicos inmediatos y que con frecuencia nos entrega mucho menos de lo que pedimos a traves de las soluciones incompletas a las que no nos queda otra opcion que acomodarnos sin derecho a regateos ni protestas.”
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miércoles, 19 de octubre de 2011
Adiós, bye, bye!
Es inevitable no haberlo hecho. Había que decir adiós. Tenía que congelar asi sea por unos años esos últimos días. Nada se muere, todo se transforma. Por eso decimos adiós.
Un lugar con muchos recuerdos, con una energía muy bonita. Un paraíso. Ahora buscamos el paraíso dentro de nosotros mismos.
martes, 18 de octubre de 2011
El estado de las cosas
Finalmente la calefacción sirvió. Es
justo, aunque pienso que de gas pagaremos mucho en varios meses.
Afuera el viento es frío y aunque el sol aun calienta, a la sombra
es frío gracias al viento polar que llega en la estación que llaman
otoño. Mi casa aun tiene zombies aunque también compañía y ruido
y música, porque hay que ser mas ruidosos que la vecina de abajo que
toca la trompeta y el piano hasta altas horas de la noche. Ha
empezado de nuevo la temporada de sopas y lentejas entre las
terapias de cocina, aunque pronto tocara mudarlas a uno de los
cuartos porque en la cocina no hay calefacciòón. ¿Ya vieron la
luna llena? Es una lunota gigante que cambia las noches y les da frío
y lleva las nubes a la cajita fuerte de nubes y deja los cielos
azules, azules como si fueran una cúpula forrada de tela azul. Por
ahi se salen una nubes rebeldes, se escapan para lucir sus grises y
sus densidades profundas. En el piso estan caídas las hojas
amarillas de los árboles. Mientras camino ya mi cabeza se distrae
mirando la forma en que estan caídas sobre el suelo, descubiendo el
poco verde que les queda, si estan húmedas o secas, si han sido
pisadas, o si estan muy juntas, las pateo, y las piso, oyendo el
chrshahshtctatrararsssss debajo de mis pies que aun tienen puestos
los tenis de chulo rosa, a pesar de que las temperaturas han bajado.
Me digo constantemente que debo tener
paciencia, que el tiempo hace su trabajo mientras uno haga su parte.
Ahora me sumerjo en aguas llenas de cloro y veo mis manos bajo el
agua y aguanto la respiración y hago burbujas para llegar hasta el
otro lado, de a 25 mtrs cada vez. Por mis manos se han cerrado ya un
par de libros, con los que ya sufrí y superé el miedo a
terminarlos, para no dejar esas bonitas historias dentro de mi cabeza
por siempre y quedaran como recuerdos que algún dia serán borradas,
o arrinconadas al olvido mientras llegan otras nuevas.
Me gusta esperar a terminar un libro,
el último capitulo, dejarlo para cuando estoy sola, cuando nadie me
esta mirando y sonreir y de pronto llorar, si, como lloré con el
último, para cerrarlo y caminar despues de un suspiro largo. Y
devolverme en las hojitas dobladas o en los subrayados o en las
esquinitas que escribo cosas. Y saborearme el final temiendo, que
despues de eso, esas historias se irán para el rincon de siempre.
Confiando, que las palabras que me tragué una a una, están
adentrico, como decía un amigo, asi no las recuerde todos los dìas.
Con el estado de estas cosas, ya he
hecho varias listas de tareas que lleno de cosas terriblemente
tediosas como ir a empadronarme (El Anmeldung o registro cada vez que
uno se muda dentro de la ciudad) hasta cosas placenteras como el
asunto de la piscina y otras cosas que no quiero discutir aun. Lo
mejor de todo ha sido tachar una a una, y llevar casi tres listas
cuasi tachadas.
Por lo menos ahora hay listas tachadas,
de cosas pequeñas, algo debió haber cambiado.
Sin embargo me canso. ¿Ustedes no?
¿No se cansan de cada día? ¿De hacer lo mismo una y otra vez, de
intentar e intentar? ¿De que el tiempo pase y uno sea un subyugado
de los segundos y del dia y la noche?
Berlin y yo ya no estamos de romance.
Hicimos la guerra y ahora estamos en una tregua. Yo dejo que exista y
ella me deja existir. A veces aun me ahoga con sus exigencias, como
el de una comunicación fluida y efectiva sobre todo cuando la mia es
atascada y temerosa. Aun me tiene bajo un ventarrón en el que me
siento desprotegida. Pero en medio de la tregua, he encontrado una
esquinita de menos viento, y en vez de sonrojarme por hablar a
tascasos, me rio de mi misma en medio de la torpeza que poco a poco
acepto.
Debo escribir y escribir y escribir. Es
lo unico que quiero hacer ahora, y como las cosas que mas quiero, las
que mas lejos tengo.
A punto de emprender un camino, yo se
que no será facil. Nunca ha sido ninguno y por eso esta prueba es la
mas dificil de todas: no ser mi enemiga, darme la mano, que mi cuerpo
y mi cabeza sean la unica protección que necesito. Que mi cabeza y
mi corazón permanezcan conmigo, que sean lo único de lo que debo
aferrarme.
Tomar fuerzas a cada suspiro. Y
entender que ya extraño todo. Menos a mi. (Porque aquí estoy)
domingo, 16 de octubre de 2011
2666, o la novela interminable.
“La vida es una tristeza
insoportable”
Yo a Roberto Bolaño solo lo conocía
por ese libro gordo, de los mas gordos en la librería. Siempre y por
favor no se burlen, pensaba en Chespirito cuando leia al lado de unos
numeros sin significados, “Bo-La-Ño”. Luego fue un amigo, de
esos que andan de saco y camisa de académico y que hacen un
doctorado siendo aun cagón, un amigo que aprecio sin embargo, que
apareció un día con el libro bajo el brazo. Me dijo entonces, “Ana,
este libro es un reto que pocos inician” Aun, y seguro sin creer
que yo lo terminaría algún día, me prometió que apenas lo
terminara, pasaría a mis manos para iniciar lo que el llamó, unas
de las lecturas más difíciles y tortuosas pero al mismo tiempo
geniales que el había leído.
Esas eran sus palabras, habría que ver
que decía yo.
2666 y yo la pasamos juntos durante dos
meses mas un mes de pausa por motivo viaje. Tuvo la suerte de no
acompañarme por las tierras cálidas y el horizonte del mar, por
asuntos simples y prácticos. Ese libro hasta para leerlo en el metro
era incómodo.
5 partes. Un final inconcluso, que no
importa que lo sea. Una historia cerrada. Un círculo que fue un
laberinto, pero que termina donde empezó. Si Roberto no se hubiera
muerto, quien sabe que otra novela hubieamos leído, quien sabe si
hubiera sido un ladrillo para cargar y mas bien hubieramos esperado
aburridos parte por parte y olvidando a cada vez los detalles sutiles
que se tejen en esta bonita historia, que son muchas llenas de
sueños, de tierras calientes y desangradas mexicanas, y tardes
lluviosas europeas, y tormentas de bombas y muertos alemanas.
Cómo se construye un libro con cientos
de personajes, decenas de capas narrativas que suceden al mismo
tiempo, un tejido sutil que resulta como dice en el libro Bolaño,
una obra como las que pocos escritores saben hacer hoy. Bolaño se
enfrentó al tigre y lo mató y rebanó y repartió.
2666 es un inventario de historias que
se suman una a otra, hasta el cansancio como el bip de un reloj
alarma despertardor. Bolaño narra como a punto de que el aire le
falte, como cuando uno se encuentra con un amigo de la infancia y en
una sola tarde sale una vida entera contada en desorden pero que es
siempre una misma vida.
Puedo decir que mis personajes
favoritos son Reiter en medio de la guerra. Liz Norton práctica y
sexual, pero intelectual. Amalfitano con su libro de geometria
colgado en el patio de ropas al sol y al agua, esperando. Ingeborg
con sus delirios y sus exigencias sexuales. Fate y su revista de
negros, asi como sus entrevistas a muchos hermanos.
Muchos, muchos mas. Hace tiempo no leía
una novela que guardando las proporciones de la realidad, casi del
archivo de la historia, lograra completamente construir un universo
de ficción sin necesidad de caer en la autobiografia ni en lugares o
historias comunes, o a asuntos ya por fuera del mundo real. Ficcion y
realidad, historia y literatura. (Algo asi, la ficción no está sino
en lo absurda y brutal que puede ser la realidad)
Recomendado. No se deje atemorizar por
el inventario de mujeres muertas, o el inventario archimboldiano de
novelas a manos de intelectuales europeos. Tampoco por el de las
batallas de la guerra y la lista interminable de nombres que
parecieran no llevar a ninguna parte. En este libro ninguna puntada,
o casi ninguna esta dada sin dedal, ninguna historia sobra: cada una
suma para el universo construido, para el placer de vivir por horas
enteras en otro mundo paralelo, en el que Archimboldi es un escritor
y no un pintor, no italiano, sino alemán, y en el que las tardes mas
bonitas del mundo suceden en el desierto del norte de México
mientras mujeres mueren a manos anónimas.
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