Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

martes, 31 de julio de 2012

La felicidad está sobrevalorada.



Estaba pensando que significaba vivir en Alemania en los tiempos en que todo el mundo está en crisis. Mi mama dice que el miedo crece por todo el mundo, y según el calendario maya, empezó el año de la tormenta. Es decir, esto no se va a poner mejor. Y así mi pesimismo va creciendo, como un tumor silencioso que en mañanas silenciosas se siente inevitablemente.


Quisiera decir que vivir en Alemania me hace creer que el mundo puede ir por un mejor camino, y que un mundo diferente es posible. Vivir aquí, en este castillito en burbujita de cristal, me hace creer lo contrario. Si el modelo a seguir es el estilo de vida del modelo europeo, o más concretamente de Alemania, apague y vámonos.

Siempre cuando me preguntan que tal es la vida en Alemania, siempre respondo que es muy diferente. Nunca digo que es mejor, porque no me parece mejor. Me da mucha tranquilidad, esa seguridad construida por un sistema que mantiene a sus ciudadanos seguros y tranquilos, con un nivel de vida más que alto, balanceando la cantidad de trabajo con actividades de ocio, nivel de educación y posibilidades de descansar en cualquier playa del sur en el verano. Un sistema que mantiene semicontentos a los descontentos, es decir, donde reina siempre un alto nivel de insatisfacción. Aqui siento mucha tranquilidad para volver a casa a las 4 de la mañana sabiendo que nada muy peligroso me va a pasar. Que puedo twittiar en la calle sin que me jalen el telefono, que puedo sacar mi computador en un paradero de bus y que no me van a robar todo en el acto. Ese tipo de tranquilidad es la que tengo, mas no la de pensar en un futuro, un futuro que no se acerque al final del mundo.

Entonces si, en Alemania aún no se siente la crisis. Aqui hay cultura para casi todos, hay educación para el que quiere, hay trabajo para el que quiera trabajar e incluso para los extranjeros. Que ahora son montones, sobre todo españoles e italianos que están en todos los restaurantes, bares, y una vez aprenden el idioma, trabajan casi al mismo nivel que otro alemán.

Claro, hay problemas: El Sbahn tiene retrasos por trabajos de reformas y el Tren parece que cada vez es más impuntual. Muchos no quieren que los extranjeros se lleven el trabajo de los locales y no están contentos en general de estar “salvando” a Europa. (Como siempre no se puede generalizar, aquí hay muchos otros que piensan lo contrario y sueñan aún con un mundo mejor, aunque no conocen lo peor que puede ser el mundo). Aquí también hay desempleo para el que lo quiera, y así hay la recompensa o compensación del estado por no poder acceder a un trabajo digno. También hay minitrabajos o minijobs, que son la forma de poner a hacer a la gente actividades con un pago mínimo más el subsidio de desempleo y así el descontento (por trabajos siempre una mierda) no crece demasiado. Si, la integración con los turcos y otros alemanes de ascendencia extranjera ha sido un desastre, pero sin embargo aquí viven y vivimos todos juntos y revueltos. Uno compra las verduras en la tienda del vietnamita, o va al mercado turco y compra falafel, o couscus para llevar. Qué harían los alemanes sin el döner, o sin el curry? Se quedarían solamente con la papa al vapor y la cebolla cocinada.

Es una economía que vive del efectivo, donde la tarjeta de crédito y el crédito de consumo es mínimo. Aqui la gente se gasta lo que puede y no más. Sin embargo la gran mayoría accede a las comodidades de una vida moderna (y al ideal de los derechos básicos de los individuos que viven en una sociedad y bajo un sistema). Una casa, una educación, derecho al trabajo, alimentacion, buen servicio de transporte, una bicicleta, televisión, internet, conciertos, musica, etc, etc.

Pareciera de lejos e incluso de cerca, que todo funciona muy bien. Aqui reconstruyeron un país bajo la culpa y la vergüenza. Con la cabeza agachada y mucho mucho trabajo, repararon ciudades enteras, economía y prestigio. Pero como dice el dicho, nada es perfecto y como todo es manejado por humanos y los humanos somos una mierda, las cosas fallan y así el sistema se mueve rítmicamente sin muchas disonancias, sin muchos alborotos. Aceptando algunos errores y fallas que nunca serán reparadas pero que el sistema acepta y convive con ellas, y así los individuos.

Pero vivir aquí no es bueno. La gente no es feliz. La gente tiene tantas depresiones, más que en Colombia. La gente sigue pensando que el sistema es una mierda. La gente sigue queriendo lo que no tienen. La gente sigue pensando que la calle es insegura. La gente sigue pensando que no son lo suficientemente ricos y que los diferentes (lease extranjeros) se llevan una tajada de su torta. Si este el modelo de bienestar y felicidad que nos pintaron hace décadas, no quisiera que mi país, que Latinoamerica y mi gente caminemos hacia modelos como este, que despues de tanto trabajo y sufrimiento, y tanto daño también, sigue teniendo gente infeliz.

También es de saber popular, que los ricos tambien lloran. Y que son los únicos que tienen derecho a deprimirse. Les falta la lucha de la sobrevivencia y les sobra el tiempo para pensar pendejadas, para preocuparse por las cosas que en los países del tercer mundo no tenemos tiempo.

Por eso digo que la felicidad está sobrevalorada. Aqui podria creerse que la gente es feliz y no lo es. Y en Colombia donde cada cosa es tan difícil, pero tanto, sobrevivimos estoicamente y con la cabeza baja y aun nos preocupamos un poquito mas por el vecino y así nos dicen que somos uno de los países mas felices del mundo al lado de Butan en Africa.

Mierda, pura mierda.

Ni allá, y entonces aquí, nadie es feliz. Yo extraño la vida callejera, la vida incluso con un poco de peligro y a veces aqui aun volteo la mirada a ver quien camina detrás de mi. Como un hábito enfermizo por descubrir e imaginar cualquier cantidad de cosas terribles que son posibles cuando un extraño camina detrás de uno. Yo extraño que se pueda hablar con el tendero. Y que si me caigo en la bicicleta cualquiera me va a preguntar que si estoy bien. Yo extraño no tener agua siempre caliente, y extraño tener que caminar caminos sin pavimento, para patiar las piedras y que los zapatos esten llenos de pantano y polvo.

Que nos hace felices entonces? Nada. Nada hace feliz al hombre. A veces me gustaría huir, huir muy lejos. Casi que vivir sola, para que pensar en hijos y en matrimonios felices, si la felicidad no existe.

La felicidad está sobrevalorada. Hay estándar, una línea del ánimo en la que uno ha vivido la vida. La mia está por la palabra tranquilidad. Tranquilidad es acostarme con sonrisas. Leer un buen libro. Tomarme un buen café. Felicidad es una moneda que se voltea todo el tiempo mostrando una cara que saca colmillos y tira venenos. Por eso será que me está  gustando vivir en una casita de muñecas, donde todo es tranquilo. Donde tengo unos pocos amigos, un poco de diversión, donde yo soy la medida de mi exceso.

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Todo esto lo escribo, mientras en las mananas antes de pararme de la cama, me pregunto otra vez debido a mi exceso de tiempo, que carajos quiero hacer con la vida.

miércoles, 4 de julio de 2012

Ruinas al viento



El aire carga lo que el viento con el soplar de los días arrastra desde hace milenios. El viento se ha encargado de ir acabando todo lo que alguna vez estuvo habitado por una raza inteligente, pedacitos de materiales rocosos, para construir ciudades, como en esa época eran llamados los asentamientos de la especie en grupos mas o menos homogéneos. Eso dice la arqueología moderna, una ciencia que se ha encargado de descifrar esa especie desconocida para nosotros pero que parece con la que tenemos algún tipo de conexión biológica, si es que de biología nos queda algo. No podemos decir que somos las misma especie que evolucionó hasta nosotros, si sabemos que la evolución fue una mentira que esa especie, alguna vez inteligente, se inventó para poder conquistar la tierra y unos a otros como si fueran gigantes pisando enanos. El aire es espeso,  no se cómo mas podría ser el aire, más que esa espesura blancuzca es como un hielo tibio, ya que el sol, esa estrella lejana está a punto de morir.

 Nosotros no somos humanos. Ya no sentimos como los humanos, aunque a mi ese olor frio y tibio me da una nostalgia, quizás como prueba de un vínculo lejano entre nosotros y ellos que ha permanecido por siglos. Pero es solo nostalgia. Es lo más fuerte que puede darnos porque no sentimos amor, ni tampoco odio, como ha demostrado la telepatía histórica que sentían los humanos a cada momento y sin poder alejar su inteligencia de lo que ellos llamaron corazón. Así que ese aire nostálgico, no es producto hoy más que de los restos que se lleva el viento. En el horizonte, aunque no se vea muy bien exactamente donde empieza o termina, están esas ruinas. Se cree que fueron alguna vez motores que hubieran puesto los hombres para poder huir con el planeta y todo, del desastre que se avecinaba. Eso lo dice, de nuevo, la telepatía histórica. Hoy, esas ruinas, permanecen quietas e inmóviles aun cuando el viento logra con su fuerza superar la del óxido y la corrosión mientras producen un sonido ensordecedor de bajas frecuencias que nuestros oídos no soportan y por lo tal, hemos empezado el desarrollo no estructurado de un plan para el desmonte de esos monstruos que dibuja el horizonte cuando este se deja ver. Pareciera que el horizonte fuera el final del desierto que se adelanta a mis ojos y esas varas altas, casi robots muertos, las cercas que delimitaban lo que alguna vez los humanos llamaron propiedad privada, como si la tierra perteneciera solo a unos pocos.

Yo sigo despacio mi camino, mientras los veo a lo lejos. Me imagino, esos hombres tratando de alcanzar la esfera celeste, a punta de estos motores, tratando de huir del desastre que tenían destinado desde el inicio de su historia.

Yo sigo mi camino. A lo lejos quedan los motores que se mueven ahora solo a veces y menos mal con el viento hielo y tibio de color blanco que borra el horizonte y que arrastra los pedacitos de lo que alguna vez construyeron esa especie conocida alguna vez como humana.