Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

sábado, 24 de marzo de 2012

Miradas perdidas

Estar bajo la ducha es como estar en la cama mirando el techo esperando que las nubes se aparezcan y sean movidas por el viento. Los pájaros están cantando en el árbol. Pero se asustaron apenas salí a mirarlos. Tom Waits canta sus serenades y yo me quedo quieta hasta que el cuerpo me duela de estar en la misma posición. No hace frío, pero mis pies están helados. Espero que se calienten, que se caliente el cuerpo y el alma que a veces se enfría de extrañar el futuro y de olvidar cada segundo. Entra un mensaje al teléfono. Suena la alarma de las 13 horas. A las 14 me esperan para correr bajo el cielo azul. O quien sabe, tal vez nadie me espera y todo es un invento de nuestra cabeza para decir que algo importa.

Es que a veces hay sonrisas y otras solo miradas perdidas.

jueves, 22 de marzo de 2012

B e s t a n d e n

Yo tengo buena suerte. No porque las cosas me salgan sin lucharlas, sino porque al principio las cosas me salen bien. Como he corrido con buenas suertes, buenas famas, y demás, muchas veces, como dirían las abuelas o los tíos, me he echado a las petacas.

Vine a Alemania a estudiar. Muchas cosas han pasado mientras tanto. He aprendido mucho, pero de la vida y de mi. Las petacas me hicieron pedacitos. Y entonces la suerte me toco echarla a mi. A punto de desenmarañar los enredos de mis comodidades y mis conformismos. 

El proceso no ha sido fácil y lo que se viene cuando empiece a estudiar tampoco lo será. Apliqué a tres universidades. Y finalmente en la Bauhaus en Weimar me recibieron. 

De cada aplicación aprendí a organizar un poco mi cabeza y a valorar mi trabajo. Muchos amigos estuvieron cerca observándome en mi caos, y en mis intentos de concentrarme, finalmente exitosos. 

Quise contar una historia. La voz en off original es en alemán,pero sonaba a Polaco. Me gusta haberla puesto en español aunque eso signifique reconocer que el texto no era tan bueno a como lo escribí al inicio, ya que sufrió recortes todo para que en el alemán fuera mas corto de traducir y para que el video no durara tres horas. Y así hacerlo se volviera una tarea interminable. Pero en español lo entienden todos con los que comparto esta alegría. 

Fue un proceso bonito hacer este video. De escribir una y otra vez el guión, hacer storyboards, volver mi cuarto un pequeño teatro, de tener el tiempo de pensar en la animación y recordar como deberían moverse las cosas. En volver a arrancar porque todo iba muy deprisa, y en correr la última noche cuando aun faltaba todo por ajustar y mientras tanto mi pc casi echando humo en cada render y finalización de cada clip. 

Le haría mil cambios. Pero no importa. No lo mostraría porque se que tiene errores, la calidad de cada clip es diferente, los audios están raros, que mas les puedo decir de todas las cosas que veo que no hice cada vez que doy play. Pero también, y a diferencia de otros tiempos, me gusta mucho. Fue muy divertido, aunque batallé mis dias invernales contra mi cuerpo y contra mis espacios. Fue un proyecto que hice a la medida de mis capacidades y aprendizajes. A la medida del tiempo, del espacio y de las herramientas. Se sobredimensionó, nadie me pidió hacer algo asi. Pero lo hice. Y aprendí un montón. Y no solo de animación. 

Gracias a los aprendizajes, a los maestros, a Punto Link, a los amigos, a Berlin y su mundo, a mi república colombiana berlinesa,  a los que a pesar de todo y de mis caídas me observaron y así me acompañaron. 

Y así quedó todo. 







martes, 20 de marzo de 2012

El extraño del tren

El calor del aire acondicionado es pobre. Según reportes telefónicos afuera hay vientos de 30 kms por hora y una sensación térmica por debajo de cero. Entonces me quedo en esta habitación protegiéndome de los vientos, del frío en mis manos, descansando mis pies cansados por los zapatos nuevos. A veces olvido la regla básica de no viajar con zapatos nuevos. Pero era eso: una ampolla a cambio de pies congelados por inundación de zapato inapropiado para los temporales que hay en esta costa al sur.


Llegué a Agrigento esta mañana. Madrugué a tomar el bus en vía Messina Marina junto con los chicos y chicas que van a la escuela. Mientras esperaba el bus que me llevaba a la estación central, iban las chicas con sus jeans apretados dejando ver unos traseros prominentes, sus caras maquilladas hasta el exceso, su pelo postizo. Son unas chicas, aun, puedo ya decirlo yo, seguro les llevo más de 10 años. Mientras secretean chismes de colegio, mi atención se la lleva el chico con tenis genéricos, jean sin forma a la moda, buso de chompa negro, audífonos, mirada perdida, anteojos. Si yo estuviera en ese bus como estudiante, sería amiga de ese chico e iríamos en silencio mirando la nada. Mientras tanto y en contraste, los chicos con corte a la moda, gel para estar peinados, jeans de culo caído y bota pegada, chaquetas de cuero miran de lado a lado como diríamos en Colombia, el azaris de que algo siempre está para ocurrir, una chica, un business. Algo de lo que por supuesto no pueden perderse. Así sea la nada.


Camino por la plataforma mientras para que pasen treinta minutos. Me gusta caminar porque no hay casi gente y veo de una plataforma a la otra mientras las bancas sirven de banco de amores de estudiantes fugados, atrasados. Vagos. Estas plataformas son una linea curva que se extiende a un punto de fuga imaginario que son los rieles en el fondo del paisaje y que sería bonito dibujar en una clase de dibujo con tema perspectiva. Por cierto, nunca logré una perspectiva correcta. Mis ojos nunca lograron comunicarse con el lápiz sobre el papel.

Tiene una guía en Español. Este tío habla español. Mi guia dice Agrigento. Está en italiano. Si me va a hablar probablemente no sabra en qué idioma hacerlo. Qué extraño un extraño haciendo lo mismo que uno. Mide 1,80mts. Es muy peludo. Tiene una camiseta amarilla. Canas y gafas. No es guapo, pero podría decir que es igual de ñono que yo. Los ñoños siempre llaman mi atención. Yo leo la guía. La Catedrale de Agrigento. Los griegos y las guerras punicas libradas en Sicilia. Los templos, dedicados a Perséfone. Luigi Pirandello personaje ilustre de Agrigento. Agragas ciudad antigua. Traduzco algunas palabras de italiano, no todas. Sería un exceso. El lee su guía: Trotamundos por Sicilia. Observa el mapa. Yo observo mi mapa. Yo miro por mi ventana, el mira por mi ventana. Yo tomo una foto, el toma una foto. ¿Será que en sus audífonos también suenan los Rolling Stones?

¿Le hablo o no le hablo? Y ¿que le digo? Primero hay que buscar contacto visual. Pero apenas me vea, ¿que hago?¿le sonrío? o ¿le ofrezco una galletica de almendras? Y si no le gustan, quedo como una idiota. No, concentrémonos en mi ventana.

Me gusta el paisaje, que es como un collage de papeles olivas de diferentes tonos rasgados con la mano y puestos al ritmo de la música. Estas montañas nebulosas, colinas mas bien, parecen Escocia. De solo pensar el frío de ese campesino caminando por ahí, me da frio a pesar de que la calefacción del tren está hirviendo. Me sudan las axilas. ¿Será la calefacción? o ¿será el extraño que hace lo mismo que yo? Pero no hace todo lo mismo que yo. El por ejemplo no se va a quedar a pasar la noche. Su mochila es muy liviana. Yo si. Mi mochila es pesada. Traigo varios libros, dos guías. Pero no leo en el tren porque no quiero perderme el paisaje.


Pueblos perdidos en las colinas y la niebla de Ssicilia. Lugares en los que el tren para, solo para cumplir un itinerario. Nadie se baja, nadie sube. Parecen estaciones fantasmas que sirven a los dioses de la niebla. En el verano servirán a los dioses de la sequía. Dicen que en verano Sicilia no es verde como ahora, sino amarilla y seca. Debe hacer mucho calor. Pero no lo sé porque siempre he venido en invierno. Ya ni se por qué. Solo me acuerdo que hace una semana huía del frio siberiano de la ciudad que escogí por hogar. Parece hace tanto tiempo, tan lejana. ¡tan allá y yo tan aqui!



No es que aquí el clima sea mejor. Pero mi piel no se corta con el viento y el sol calienta de verdad. Pero la lluvia es casi tropical. No mentiras, es como de una película donde un barco se hunde en una tempestad mediterránea y luego los sobrevivientes llegan a un pueblo de pescadores. Si, si. Así es esta lluvia.


Agrigento se aparece en la montaña. Amarillo sobre verde. Amarillo sobre amarillo. Y ¿dónde está el mar que no lo veo?

El extraño se desapareció de pronto y de pronto apareció. Al otro lado de la acera. Y hace lo mismo que yo. Pero Sr. Extraño, ¿por qué hace lo mismo que yo? Ahora recibe el sol, como hace un ratico lo hice yo.

¡Ja! 


Saca algo de su mochila y se le caen varias cosas. Hay charcos. Tan torpe como yo. Entonces no cruzo a su acera como lo había planeado antes de verlo, sino que camino a su ritmo en la acera del frente. Es que si cruzo la acera y lo veo de frente tengo que decirle algo, como, ¿que tal tu paseo? ¿Bonitos los templos? Yo estuve en la playa. Y luego me comí un helado de "Bacio y Bocatino". En español un chocolate no muy dulce y una vainilla muy hostigante.

De pronto mientras yo esquivaba los charcos, el desaparecio otra vez. ¿Será que huye de mi?
Y de pronto aparece al final de mi acera. No puede ser, ¿será que se atreverá a hablarme? Yo creo que esta vez si me ha visto. Entonces, camino sin hacer contacto visual aun, pero estoy seguro que el ya vió, que lo vi, y estoy dispuesta a saludarlo con la mano, así como diciendo ¡buena giornata, qué tal!

Pero todo fue una ilusión, una narración de futbol radial y desconocido en mi cabeza, una larga retahíla de pensamientos: El extraño siguió su camino. Y yo el mío. 

domingo, 18 de marzo de 2012

Pegar con cintas la linea del horizonte


Hay veces que uno toma mucho impulso para correr. El camino ha sido escogido por alguna razón. Y de pronto, por el impulso y la fuerza, se llega al abismo sin tener tiempo siquiera de darse cuenta que ya se está cayendo. Luego el mundo está patas arriba, el horizonte esta roto y el cuerpo, la cabeza y el espíritu hay que recogerlos y pegarlos con cintica para de nuevo seguir caminando, ya tal vez, por cualquier camino.


Otras veces ya después de varios abismos, (que lo importante de ellos es el trayecto y el golpe final) el camino se hace con la paciencia de las heridas que sanan. El horizonte se reconfigura a cada paso, y el abismo se divisa desde la esquina. No es que el abismo se evite. Claro, después seguro el horizonte se desconfigura de nuevo y también  hay que pegar el rompecabezas de la vida. Pero es otro camino. Es otra forma de caminar.

Soñé a Berlín y ahora que tengo que irme vuelvo a entender dentro de mi, con la certeza no de las palabras sino del corazón, porque tenía que llegar hasta aqui. Pero ahora dejo esta ciudad y este camino para caer de nuevo  y dejar que el horizonte se vuelva a desarmar y mi cabeza, mi espíritu y mi cuerpo tengan de nuevo otra oportunidad de configurarse. Otra vez.

Berlin. Te observé desde el centro de tu movimiento. Extrañaré caminar por la plataforma mientras espero el dragón subterráneo. Sonrío de nuevo por ver a tus locos recogidos en cada esquina. Aprendí de tus utopías posibles en donde ninguna de ellas es ya posible. De tus heridas y tus caminos rotos y cosidos con la fuerza del concreto y los tiempos de la unidad y la libertad. Extrañare las aguas grises del Spree mientras observo el hielo pasar rápido bajo cualquier puente. Tu falta de centros. Tu exceso de esquinas y lugares vacíos. Las sillas vacías. El olor del viento frío. Las hojas amarillas de tus arboles acumuladas hasta que la administración se ocupe de ellas. Vivir tranquilamente agitado. Tus ruidos. La torre vigilante como un faro para los que perdemos el mapa, de esta ciudad con caminos sin rumbos.

Necesito otra vez de todo mi valor. De recoger todas mis fuerzas para hacerle frente a este desbarajuste. Un desbarajuste afortunado. Busqué ese abismo, que también es un camino y  ahora no será sino asumirlo.

Tengo que decir adiós, y decir hola otra vez. Es hora de aprender otra vez a decir hasta pronto, mantener conexiones sin perder mi corazón y mi cabeza, echar raíces como una mata trepadora que se extiende por la superficie de los caminos.

Me mudo a Weimar.  


(Y sonrío porque también lo soñé alguna vez en alguna siesta mañanera que ya olvidé)