Qué tan fácil construimos hogares temporales, qué tanto o tan poco necesitamos para vivir en alguna parte. No necesitamos tener en la cocina pocillos iguales o repisas para los libros o una mesa de noche de madera. No necesito sino dos toallas para bañarme, y un par de juegos de sabanas. Tengo una casa temporal. No me sirve de mucho planear más allá de cosas que están fijas, porque en cualquier momento cualquier cosa puede cambiar. Son plazos medianos, metas cortas, día a día.
Me fui hace dos años pensando que me iba a ir tres años máximo y ha pasado tanta agua bajo el puente, han rodado tantas piedras, mi cabeza ha dado tantas vueltas, todo hoy es tan diferente.
Desde hace dos años me fui a vivir sola, muy sola al otro lado del mundo, de mi casa, de mi gente, de mi empresa, de todo lo que toda mi vida me acogió como un refugio perfecto. Sehnsucht (Búsqueda de ver, ver en la búsqueda) debió haber sido lo que me picó en algún momento cuando decidí irme, irme lejos, sin saber muy bien a qué, cómo y por qué.
En el camino he encontrado razones y las he desechado también. Es esa obsesión de sentirse extraña y esa misma maldición que me atrae y rechazo al mismo tiempo. Es la distancia la que me hacer ver mi gente, mi familia de otra forma. Lo que fui, lo que hice durante tanto tiempo con tanto ahínco y terquedad. Es el camino recorrido por un avión, el caminar a los trenes todos los días, las tardes solitarias, el frío de una tarde mientras se ve caer nieve. Ver a un viejito borracho bajo un árbol alegando en un idioma incomprensible que no alcanza al alemán, es sentirme sola tan sola, que la soledad se esfuma lo que me enfrentó a mi misma, sin nada que me cegara, con una certeza imposible de evadir.
Tal vez había que ir tan lejos para poder entenderlo.
Son dos años. Dos años en los que he ganado un montón y he perdido otro tanto. Mi memoria se llena de nostalgia mientras borra o modifica los años anteriores en la tierra paradisíaca y maldita que es Medellín. A veces me asaltan los sueños con llamadas tristes, con viejos amigos, con lugares que ya no volverán. Con personas que ya no están, o que están más lejos de la distancia física.
Ahora vivo en un pueblito, mi corazón late por otro amor, tengo una lista de pequeños descubrimientos que anoto en un cuaderno y en un papelito, para que no se me olviden. Voy a nadar en las noches frías para mover el cuerpo y centrar la cabeza. Hago una torta de zanahoria deliciosa, grasosa pero deliciosa. Vivo con personas extrañas que poco a poco se van volviendo cercanos. Tengo buenos amigos aqui tambien cerquita. Y me hago la amiga de muchos otros, así no seamos amigos de verdad, así solo tengamos para ofrecernos sonrisas desde el otro lado de la calle. Tengo un cuaderno para escribir cosas bonitas y ya no me salen monstruos cuando hablo alemán. En mi mesita de noche hay un globo terráqueo para viajar antes de dormir, un atlas de islas apartadas para soñar con lugares donde no haya nada, nada, un atrapasueños por colgar en la ventana para que no se escapen en caso de emergencia.
Llevo dos años y dos meses en este viaje. O un poco más. Estoy contenta. Los días se llenan de mis caminos que mis pies pisan día a día. Y nadie mas que yo, soy la que camina.
3 comentarios:
Me encanto. La descripcion perfecta de lo que es adueñarse de un hogar ajeno, no importa el color de la pared o si duermes en el piso, es tu hogar y es lo que hay y ese sentir único de qe el lugar temporal y todo es tuyo!!
@camiles2010
En pocos días más yo cumpliré 3 años de este lado y tu post, cargado de melancolía, de esperanza y muy bien escrito, me lleva a reflexionar, a pensar en todo lo que gané y todo lo que cambió, es más que interesante detenernos a veces a pensar en esto para saber dónde estamos parados ;)
Nuestra casa es mucho más que un lugar; es el lienzo de nuestras vidas. Cada elección de decoración refleja un amor irracional, un apego a un espacio que se convierte en un refugio lleno de memorias y cariño.
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