Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

domingo, 16 de enero de 2011

¡Qué viva la música!


Yo a Andrés Caicedo lo conocí tarde en la vida. Tarde, muy tarde y al revés. Todo el mundo me decía, Ay! es que Andrecito, y los angelitos empantanados que estan en la peli y en el teatro matacandelas que algun dia (tarde también) los vi en escena. Y empieza, la salsa y los zapatos planos listos para bailar. Y uno entonces empieza a dar play a esos imaginarios y a la fotico de Andrecito sonriendo todo dientón con el pelo largo y seguro una turra bien tremenda. Entonces una buena amiga me presta el libro de sus diarios, que sus hermanas recopilaron en un solo libro para ser sorbido como un jugo de lulo en medio del calor y la fresca de Cali. Entonces empecé a leer sus angustias y me angustié tanto como el, y pensé en los miedos esos carajos de los genios, y en la fatalidad de saber que al final uno se va a morir y puede ser cualquier dia que uno escogiera, dado el caso de quererlo escoger. Que me gustaba como escribía ese muchacho porque 30 años después era un pelado como yo, o como yo alguna vez hubiera querido ser, y contar esas historias de loqueras y noches eternas y profundas (como las que no he tenido y quien sabe si a estas alturas ya tendré). Y entre todo eso lei a Alberto Fuguet que se sorprendió con el geniecito caleño y a mi sus palabras, las del geniecito, me sonaban hermanas, como al oido en una madrugada templada.

Luego le pedí a mi mamá, en medio de una noche espesa, que me mandara con mi hermano (de pronto un chico parecido a Andrés) el libro de Viva la musica, no el que tenia en casa y había empezado a leer, porque era primera edición y se iba a desbaratar en el viaje y en mis andanzas sin rumbos y sin raíces, no. Que me comprara una nueva copia para rayarla y aguantara mi falta de apegos para poderlo dejar en cualquier otras manos lectoras. Llegó entonces una versión pirata, mami donde compraste esta mala edición, no importa, es solo una historia que me susurra al oido, que me acompaña en los recorridos del dragón subterráneo, que antes de las noches que pueden ser profundas espesas y oscuras, me dice, sumergete en ella, la noche, y en la fiesta, y olvida, olvida, olvida, que la vida son noches eternas, y “Ya lodije: los buenos propositos vienen es al otro dia. No he cumplido ninguno. Soy una fanatica de la noche, soy una nochera. No esta en mi” Y descubro a los Rolling Stones casi tan tarde como a Andrés, o mas bien de su mano, que me lleva por esos imaginarios de la televisión y del rockandroll y mas bien los mismos pero en la cabeza de Andrecito de pelo rubio y tumbao al andar. Y luego la salsa que alguna vez he intentado bailar y que se escucha en las tierras bajas del Tibiri y que me imagino que se baila en las noches profundas y frescas del Valle del cauca. Y yo no se si es que tengo esas historias adentro, muy adentro, que entre las luces y los bang, bang de la música, veo todo en camara lenta, y no hay drogas solo el alcohol que pasa por las venas, de pronto para olvidarme un poco, de pronto para no tener una vida tan seria, y sonreír mas, (porque sobria ya lo hago y mucho) y moverme despacio como la música, casi como zombie, casi como media, casi como Andrecito tenia la cabeza, torcidita, torcidita.

“Voltie la cara rapido para no deprimirme” quien no ha sentido eso, mas bien voltiar la cara, y no dejar que la tristeza que está ahi encima caiga pesada arruinando absolutamente todo: la noche, el dia, las ganas, todo. “Pretender no seguir creciendo, eso es nostalgia” berraquita y berraquito el que lo admite, que irremediablemente somos unos nostálgicos de mierda, queriendo ser niños a los 30. Y pensar a Ricardito Miserable, si, con todos los males de la generación y los sonidos mas tristes en la cabeza, y unos ojos perdidos, como los de Andrecito y algunos de sus amigos que yo me imagino. Cruzar la ciudad, conocer la ciudad y sus mundillos, la heroina y yo tenemos cosas en comun. La noche, no, yo ya estoy muy vieja para ser adolescente incansable, yo ya necesito noches de calma.

Es increible como llegan los libros en cada momento para hablarle a uno al oido y guardar sensaciones entre las neuronas. Yo ya quiero leer Ojo al cine, y saber mas cositas de Andrecito, y comerme todas sus palabritas torcidas y turritas. Yo ya quiero entender mas a mis Andrecitos, y aun tengo que terminarme la historia de la música en la cabeza de Andrecito. Suena salsa y el libro verde esta en mi cartera que anuncia a distancia el pais de donde vengo. Que viva la musica, que yo no bailo, pero canto y siento!

1 comentario:

d a v i d dijo...

A mi me mandaron la misma edición, que risa, tuve que viajar pa que me diera curiosidad. La mochila aruaca de la foto sí te la regalo, muy jipi, y los diminutivos también te los regalo, muy empalagosos.
Picos por allá.