Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

sábado, 5 de noviembre de 2011

Un cigarrillo que se apaga


Ella apaga su cigarillo. Le gusta fumar hasta el final, casi hasta que sus labios se quemen y sus dedos sientan el calor del fuego. Nunca le hace bien. ¿A quien le hace bien fumarse un cigarrillo? Probablemente a nadie. Pero ella no lo deja. Siempre un cigarrillo en la noche, mientras cruza sus piernas, enciende el fuego y aspira hacia adentro lo que dicen que es un veneno, y no es que ella esté en desacuerdo. Mira a la nada. Es la hora de la nada. Casi que como un examen de conciencia, mirando por la ventana o la pared desnuda al frente. Aun con la ventana abierta y a pesar del invierno que se aproxima, con el ruido de la calle, una calle principal pero solitaria por donde solo caminan los locos y los muecos. Y uno que otro carro que no planea quedarse ni parar por ahí. Aspira una y otra vez, esperando que sea el último cigarro, pensando... Pensando en la nada. O en todo. Que es lo mismo. A veces le gusta mirar entre las sombras de la ventana y su paisaje y volver a dibujar los contornos que la luz del día deja ver, imaginar cuantas ramas tiene el árbol y los perfiles del edificio del frente. Incluso imaginar la vida de los que no viven en los apartamentos de abajo, que están vacíos, como estuvo el suyo, alguna vez. Imaginar los que alguna vez vivieron ahi, donde ahora se fuma un cigarrillo.

Imaginar lo ausente, desear lo que no tiene. Una vida mirando atrás y adelante, pero no en donde sus pies están parados. Otra bocanada de humos sale por su boca. El humo, que ahora mientras se queda quieta como escuchando el silencio, va hacia arriba, como una linea ascendiendo, irremediable. Por jugar y con la otra mano, espanta el humo, como quien espanta los fantasmas y las telerañas. De la memoria. Por qué fuma a pesar de sentir el pecho pesado y el corazòn descuadrado con los ritmos en otros tiempos.

Siente culpa. Pero aspira de nuevo y observa el fuego que consume la linea incandescente del papel. Le gusta enrollar los cigarros asi sufran de anorexia o deformaciones producto de la torpeza aun con el asunto. La verdad no es una fumadora empernida ni una experta en el arte de pegar un cigarro. Solo fuma cuando los fantasmas se acercan y como con el humo hay que espantarlos.

Se acaba el cigarro y entonces lo apaga sobre el borde de la ventana. Al frente, una luz naranja en un apartamento. Detrás suyo en su cama solo hay soledad y lágrimas secas de noches frías. En esa ventana seguro hay caricias y sonrisas, también seguro gritos y acusaciones, porque no hay pareja moderna que no pelee como si fuera el fin del mundo por cualquier tontería cotidiana.

En su cama, o bueno, no en su cama, sino en la cama que estuvo alguna vez en el lugar de su cama, alguna vez hubo también soledades o a su pesar, trifulcas mañaneras llenas de sonrisas y besos.

Ahora quiere ir dentro de sus cobijas y apretar las piernas y mirar el techo alto que no dice nada, como nunca le dijo a nadie mas que lo haya mirada alguna vez. A veces piensa en el piso de encima en el que solo viven termitas y recuerdos que nadie recuerda.

Ella, la soledad y un cigarro. Ella y su sombra que ha regresado, un día cualquiera la descubrió en el baño, regresando mientras sus ojos buscaban la claridad de la luz amarilla que tanto odia mientras sus pies descalzos tocaban las baldosas frías y sus pezones despertaban por el frio entrando entre su pijama. Ahi la vió, la sombra, sin humo, clara y firme de nuevo a su lado y entonces sonrió y le dio la bienvenida, aunque arisca aun la sombra apenas se dejó tocar.

Y de nuevo la colilla ahi muerta en el bordito de la ventana. Y sus cobijas que no calientan sus pies frios ni su entrepierna sola. La colilla sola aguantando frio. Ella sola, esperando que el frio no la mate por la vulnerable soledad. Colilla y ella. Ella y la soledad.

Pero su sombra ha regresado. Regresa, de nuevo pensando en el último humo que salió por su boca como el último fantasma de lo ausente. Regresa y entonces aunque extrañe tanto, ya no es ella misma extraña.

Sola, pero menos sola.  

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