Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La venganza de las cosas perdidas


Yo me acuerdo cuando en Navidad me regalaron un buso blanco con un dinosaurio. En un paseo de domingo días después del regalo, fuimos en el carro a Copacabana a comer mazorca al lado del camino. Me acuerdo muy bien que paramos en un estadero y que el sol brillaba y que hacía calor. Luego me acuerdo que cuando dos horas mas tarde ya estábamos regresando a casa, justo en la puerta lo recordé todo como una gran iluminación: había dejado mi hermoso saco blanco de dinosaurio en la silla rimax del estadero. ¡No! ¿Por qué había olvidado mi bonito saco de dinosaurio allá? ¡Tan terrible ese sentimiento de que pudo haber sido diferente "si..."! Pero no, no fue diferente y el buso blanco con su dinosaurio, tal vez un Brontosaurio que era de mis favoritos, se fue para siempre.

 Y así pasaba siempre conmigo. El control de la televisión era un objeto al que tenía acceso restringido, porque después que yo lo tenía en mi poder siempre se perdía. Mi papá lo encontró alguna vez en la nevera. Y yo nunca me di por enterada. Recuerdo que a mis 7 u 8 años al inicio de año mi mamá me había comprado una lonchera rosada de unas muñecas rockeras que no recuerdo su nombre. Lo único que me interesaba de la lonchera era el color. Fucsia fosforescente. Aun recuerdo el olor del plástico nuevo y la ilusión de poner nuevo mecato adentro, y subir al bus del colegio con mi lonchera en la mano como una recompensa de nuevo año. Y ella meciéndose en mis manos después de decir alegremente "Buenos días!" . Pues si. Que para la hora del descanso ya estando en el colegio me di cuenta que ya no tenía lonchera. La había dejado en el bus, después de la entrada triunfal. ¡No, no! Y desde entonces, mi mamá no me volvió a comprar lonchera. Años después alcancé a montarme al bus del colegio sin morral. Sin libros. Nada. Como si fuera de paseo en vez de ir a estudiar.

Mi papá seguía insistiendo que algún día iba a dejar la cabeza en cualquier parte. Por eso tomé el hábito, solo cuando lo recordaba, que cada vez que me bajo de un taxi mirar que no dejo nada, o en el bus no dejar una bolsita por ahí, o en un restaurante, revisar que estoy completa. Y cuando no estoy con mis cinco sentidos, léase borracha, siempre estoy atenta en mi cartera revisando que tenga todo: mi teléfono, mi billetera, o cualquier otra cosa importante que tenga ahí.

He intentado cuanta estrategia hay para no olvidar cosas, pero los olvidos me asaltan de formas cada vez mas curiosas. A veces incluso he salido en pantuflas de la casa, sin acordarme que tengo que ponerme los zapatos. Y bueno, ¡Eso va siendo la tapa! Pues si, hay indicios que dicen que aun hay esperanza para mi: a veces me sorprendo que las cosas están puestas en su lugar. Que salgo de casa con todos los implementos para trabajar, que ocurra con menos frecuencia...

Aunque ahora que lo pienso...aun a veces me pasa que salgo con la cámara sin la batería, o sin el computador justo cuando voy a la biblioteca. Si, si... ahora que lo pienso parece que todavía pasa. Tal vez es que ahora me importa menos. Tal vez es que ahora mis olvidos son míos y aprendí a vivir con ellos. Ahora veo mis olvidos como un signo de no estar aquí. De no estar consciente como muevo mis manos, de estar pensando en lo que me voy a poner pasado mañana, o como voy a empacar la maleta del próximo viaje, o como le pude haber respondido a esta persona o a esta otra, en vez de pensar en lo que estoy haciendo ya. Siempre, siempre resulta que cuando después de no estar "presente" sucede que he perdido algo, olvido algo importante, paso algo por alto.

 Pero perder la billetera es un aviso de preocupación máxima.

Hoy he escrito después de darme cuenta que había perdido la billetera "Parece que me estoy desbaratando". Primero fue una berenjena olvidada en el supermercado justo después de pagarla (que de solo imaginarme la escena me da risa de la ridiculez), y luego esto. Entonces sucede el deja vú, un recuerdo fiel después de recopilar los hechos: saqué dinero en, luego hice esto, luego aquello, y entonces cuando me fui del salón de clases, con la cabeza grande tratando de entender como un computador entiende lo que significa el "brightness" de un LED, me doy cuenta que ahí se quedó mi billetera, como la Berenjena, esperando a que yo la tomara de vuelta y la pusiera en mi mochila. Pero no, con la cabeza precisamente en otra parte, la deje ahí. Olvidada tal vez para siempre.

Como esta enfermedad del olvido la llevo conmigo desde siempre, aprendí a hacer estos recuentos y entonces logré a tiempo ir a la universidad y bueno, ahí estaba la billetera, en la primera fila de un salón lleno de alemanes mientras yo en medio del desespero y la tranquilidad sonreía en medio de la estupidez, diciendo "Danke schön".

Cuando pierdo algo, me cae todo el susto es después de recuperarlo. Aprendí a no perder la cabeza antes de buscarla. Porque se, lo sé, es peor. Y bueno cuando se pierde algo, cuando olvido algo en un bus, tantas veces que me ha pasado y tantas veces que me ha dolido, tantas veces que me he sentido tan absolutamente tonta, tan inútil, procuro entonces no enfadarme mucho, porque entonces viviría siempre enfadada conmigo y con el mundo. Lo primero que hago es detenerme. Recontar mis pasos y actuar de una! Devolverse, preguntar y esperar encontrar algo. Lo que me he dado cuenta es que no soy la única a la que le pasa. No, no. Y el mundo nunca se acaba después que yo olvido algo, de hecho, ojala lo hiciera, y así acabaríamos con este asunto, pero por suerte, o por mala suerte nunca se acaba.

 Hoy la berenjena se ha vengado de mi. Pero algo de mi buena suerte se ha compadecido de mis olvidos. Y nada del mundo apocalíptico que imaginé de una navidad sin billetera en un pueblito en medio de Alemania y sola, se hizo realidad.

Perdón Berenjena.

2 comentarios:

S dijo...

A mi se me ha desaparecido la billetera un par de veces, pero milagrosamente la he encontrado. Una vez fue bajando en chiva desde Santa Helena, la billetera se cayó en algún lugar de Santo Domingo. Eso era en la época retro de las libreticas de teléfono de imanes, y por ahí me la devolvieron.

El otro día fue en un murito del parque del poblado. La dejé ahí y se despareció. Ahi paso que llamaron a mi asesor de tesis, porque yo tenía su tarjeta ahí. El me llamó a preguntarme si se me había perdido la billetera.

En ambos casos, ha pasado por manos de habitantes de la calle, y en ambos me la ha recuperado un policía.

Ese papelito de "por favor devolver a: ___" es oro

Sandel dijo...

Me alegra por tu billetera. Un día antes de Navidad he perdido mi gorra de todos los viajes en el metro por recogerle un juguete a un niño pero bueno .. ya ha sido reemplazada.