Las lentejas son como las
tardes donde la abuela. Tienen un saborcito lleno de nostalgia, de
luz cálida, voces gruesas de gentes mayores, de siesta después del
almuerzo. Por eso las lentejas son platos para disfrutar en compañía,
y en caso tal de soledad, las lentejas son para acompañarlas de una
peli, o un postre de fruticas que remate el plato principal.
Para preparar las
lentejas es necesario estar antojado. Cocinarlas es una labor que
incluye sentir lo que dicen las tripas, combinarlo con la cantidad de
nubes ese días y sonreir mientras tanto. Para un resultado de
reminiscencia mas óptimo, las lentejas se cocinan después del
desayuno si se sirven de almuerzo, en la tarde si se sirven en la
comida. Pues hay que dejarlas calar, dejar que los ingredientes se
recalienten y terminen de dar su sabor nostálgico de años que ya se
fueron (pero que por la magia de la cocina, vuelven cuando estamos
lejos lejos de esos tiempos). Si no hubiera tal preparación previa,
hay que cocinar planeando sobras para el desayuno del otro día,
cuando el efecto deseado llegará a su mas alta efectividad.
Primero me gusta poner
los ingredientes sobre la mesa. Saco un dientecito de ajo, una
cebolla, dos o tres zanahorias, 2 tomates, 3 o 4 papas y las
lentejas que deben estar desde la mañana o la noche anterior en agua
para que se cocinen mas rápido. Es importante tener comino. Sal.
Pimienta. Salsa de tomate o BBQ. Hay quienes agregan tocineta, carne
de cerdo picada en pedacitos, o salchica.
Primero hay que partir el
ajo, yo lo prefiero pequeñito, aunque debo confesarlo, siempre me
quedan unos tamaños irregulares. La cebolla en cuadritos, el tomate
en cuadritos para hacer el guiso. Las zanahorias se lavan y se pelan.
Se rayan con mucho cuidado de no terminar haciendo un rayado de
dedos. Las papas se lavan y se pelan, se parten en cuadritos.
Lo mas importantes de las
lentejas es que tengan espacio en la olla. El orden de los
ingredientes en ella pueden variar según la música, los visitantes.
Si hay mucha gente y uno sufre de nervios escénicos el orden está
al ritmo del caos, de los chistes y las preguntas constantes sobre el
proceso de la cocina, como interrupciones planeadas por un agente
divino. Si hay radio para acompañar la soledad, para deshilvanar los
pensamientos al ritmo de la cuchara y los olores que salen de la
comida, seguro que va primero la cebolla y el tomate justo despues
que el chorrito de aceite doradito este hirviendo en el fondo.
Después cuando empiece a
hacerse el guiso, es decir, cuando la cebolla y el tomate ya huelen a
desayuno agregaría el ajo y la zanahoria. Esos cuatro ingredientes
terminan el guiso, para que el aroma mañanero se vuelva en un
almuerzo. Mientras tanto uno va agregando sal y pimienta al gusto,
con salero y molino pimentero, chen chen, chrata charata tá.
Una vez haya un guiso y
antes que la zanahoria pierda todo su sabor en el tomate, se agregan
las lentejas, y durante unos minutos se mezcla todo, agregando sal y
pimienta y esta vez el comino que va convirtiendo el plato en una
tarde de domingo, con las voces de la visita, las risas de los niños
corretiando por la casa, la abuela riendo a carcajadas mientras los
demás adultos miran por un ojo lo que hacen los niños y con el otro
la semana que se acaba de terminar.
Entonces cuando ya todo
huela a tarde de domingo con atardecer calientico, empieza uno a
echar chorritos de agua, espaciados uno tras otro, para que los
sabores calen, y así se va midiendo la sal, que una vez haya agua
suficiente y habiendo dado la pruebita clásica a algún otro
comensal que quiera sentirse incluído en la preparación del
almuerzo magno diciendo que falta mas sal, o que está bien, y
entonces mirará la repisa de las especias y luego de buscar lo que
no ha encontrado, asentirá que lo que falta es sal, volverá a la
mesa y su misión se habrá para entonces terminado. Así después de
esta parte importante, un chiste y demás, es la hora de agregar los
cuadritos de papa, trarataststatsyas, y entonces está casi todo
listo. Hay que esperar que la olla llena de ingredientes llenando de
sabor la tarde de domingo hierva, para bajar el fuego, poner la tapa
y esperar.
Para acompañar las
lentejas un arrocito y aguacate tan maduro que sabe a mantequilla.
Mientras tanto, mientras
se cocina, en la mesa, se cocinan las ideas, las historias de amigos,
las risas se mezclan con el olor del comino, se llenan de nostalgia,
las ventanas se abren para que entre el fresquito, y para que el
estómago embolate el hambre mientras las lentejas calan.
Hay que revisar mientras
tanto, la cantidad de agua y la sal. Ahí agregaría un poquito de
salsa de tomate que le da un dulzoncito que enamora por corriente y
vulgar.
Cuando están listas las
lentejas se apuran a nuestra boca, la cuchara se mueve mas ávida que
de costumbre y pronto, pronto, el plato se habrá acabado, como se
acaban los domingos, las tardes familiares, los gritos de los niños,
las visitas malucas, previendo lo que viene en la semana entera,
olvidando la pasada, lista para una siesta y llevar a los sueños, la
barriga llena y el corazón contento.
4 comentarios:
lentejas......... leeeentejas..... quisiera yo catarlas aquí en Alemania!
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