Llegué a Madrid hace exactamente 17
días. Escogí a Madrid tal vez sin razón. Porque si, ¿por qué no?
No la conocía y a pesar de las advertencias del verano infernal,
hice caso omiso. En Alemania no es que sobre.
Un domingo llegué a la estación de
Atocha con mi maletica azul y mi mochila con el computador y la
cámara. Siempre que viajo trato de reducir mi equipaje, pero esta
vez pensé que con tanto tiempo libre, la cámara era importantísima
y el computador donde iban a quedar todo lo que escribiera.
El plan de hacer un curso de escritura
salió tal vez una tarde de invierno que pase en Barcelona a
principios de este año mientras salía con ansiedad de una librería.
Tantos libros y yo perdida en el norte. ¿Qué podría hacer mientras
disfruto de estar hablando y leyendo solo en Español?
La idea siguió creciendo, total, lo
único que no he dejado de hacer desde que soy muy niña es escribir.
Llevo ya varios años en este blog, y antes cuadernos y cuadernos de
todo tipo de cosas. Tal vez este blog se ha vuelto un diario
adolescente que ahora odio. Y en mi trabajo es importante escribir,
pero alardeo de contar historias pero no cuento ninguna. En Alemania
y con el alemán en la cabeza no es que mi español sea muy elocuente
ni muy fluído. Ahora me veo entre dos idiomas que no logran expresar
lo que pienso. No es culpa de los idiomas, ni de las palabras, soy
yo, que sufro de nostalgia del lenguaje. Un lenguaje que se diluye
entre mis manos, que no logra salir de mi boca, que no se traduce ni
en palabras ni en imágenes que se acumulan imágenes en mi cabeza.
Que sufro de exceso de mi.
Pues la cámara no la he usado mucho,
tal vez este mes sea solo de palabras. Mis cuadernos y mis archivos
se van llenando lentamente de palabras, de historiecitas, de
pensamientos mientras recorro las calles de esta ciudad que me tiene
sorprendida. La soledad no me pesa, mi cuerpo no me estorba, disfruto
incluso del vaho de aire caliente que sale del piso y de las paredes a
las 5 de la tarde. ¿Qué por qué no escogí España hace cuatro
años para estudiar? Tal vez esta experiencia de ciudad que me tiene
sonriendo todo el tiempo no hubiera sido posible sin Alemania.
Hay ciudades que lo escogen a uno.
Otras que suceden solo por azar. Otras que uno escoge pero que se
dejan ir. Otras que tocan, porque no se pudo elegir.
Me siento muy cómoda. He sido rigurosa
pero me he dejado sorprender. Es extraño ese equilibrio, el de poner
un plan en marcha, de tener todo el tiempo disponible para hacer lo
que quieras y hacerlo pero al mismo tiempo permitir el ocio en el
ocio, no hacer nada, solo caminar, solo estar.
Entonces voy a las bibliotecas y leo,
escojo libros, pelis, leo algo allí, allá, tomo notas. No hay
objetivo mas que ese, estar ahí. De ahí descubrí a Houelluebecq
que con su “Mapa y Territorio” me acompañó en el Parque del
Retiro, ahí al lado del estanque donde el verano se traduce en una
pintura impresionista en la que sobran los sombreros y faltan los
trajes antiguos. También estuvimos en el Templo de Debod, a donde
van todos a ver el atardecer. Ver como se enciende el cielo en la
clásica foto de atardecer es difícil en Madrid. Los edificios y las
calles estrechas de una ciudad que se extiende bajando y subiendo por
las colinas hacen que el cielo sean fragmentos que cambian a cada
vez. Mientras Jed Martin el del libro pintaba y los artificios del
mundo modernos eran listados como en un inventario incansable de
consumo, también estuvimos en las placitas, San Andrés, Santa Ana,
Jacinto Benavente, con unos churros de Chocolate, en Plaza España
también, en mi cama en mi habitación de convento que a pesar de su
tamaño reducido no me hace extrañar el estadio que tengo en Weimar.
“Madrid son las conversaciones que
uno entiende, es el atrevimiento, son las sonrisas de reconocernos,
los roces de pieles calientes, son los ojos oscuros, los pelos ralos,
las pieles mas morenas, son las negras también. Son los libros que
puedo ojear, que huelo y que puedo entender con mis propias
historias. Y curiosamente es una ciudad que también empiezo a
describir con otras palabras de ese otro idioma que permanece en mi
cabeza, so frech, so heiss, y saber que hasta me hacen falta esas
palabras, ese descubrir otras formas de decir lo mismo. Pues bien,
Madrid es solo un lugar, soy yo, la que mientras camino, me
camaloneo. Muto entre las esquinas, sueño en las bancas de los
parques, miro el cielo con sus nubes escasas mientras pienso y anoto
palabras a veces sin hilo, sin conexión. Soy yo en esta ciudad que
va lento como un caimán en la orilla después de haber devorado la
cena, pero que muestra los dientes a la menor amenaza.
Madrid, ciudad en la que las soledades
nos encontramos, en donde la felicidad no tiene credibilidad, en la
que se habla duro, se insulta con ganas, se sonríe desde adentro”.
(Escribí hace un par de días)
Es también tangos perdidos, es español
en chino, es vallenatos que pasan, es los travestis en la calle del
Desengaño.
Y suena ridículo, pero cómo no
escribir en una ciudad donde estuvo Cervantes, aquí a un par de
calles de donde estoy. Y Lope de Vega y el del Lazarillo de Tormes,
me siento en una clase de español del colegio, otra clase de
historia, y otra de arte. El Guernica, Goya y sus caprichos, Sorolla
y su luz mediterránea, el Palacio Real y los reyes, quintos,
primeros, ¿quienes son? Son piezas que se van encajando entre mi
memoria, las ideas fijas, los prejuicios y los descubrimientos. Aquí
descubro América, aquí está una de las fichas que faltaban en el
rompecabezas de la cabeza.
Eso de la madre Patria que siempre me
pareció una estupidez y no la voy a repetir. Pero sin duda hay un
reflejo cuando se camina, se come, se vive esta ciudad ruidosa, de
fiestas en la calle, de tipos malhablados, un poco ruda y atrevida.
Darse cuenta que llevo tanto tiempo sin
hacer cosas que me gustan tanto, como si hubiera estado en la orilla
del frente todo el tiempo, pero no en la orilla que quería estar. O
tal vez, solo sea un asunto de ir y volver.
Y escribir. ¿Para qué? Recordar todo
el tiempo que es solo porque es divertido. La premisa para
disfrutarlo. Sigue siendo un ejercicio terapéutico, tal vez para
salir de mi, aunque lo curioso es que para hacerlo hay que entrar en
lo profundo. Pero no escribir mas de mi, no mas de la misma forma.
Por eso este blog se cierra como se conoce hasta hoy. O mas bien se
acaba. No lo cierro. Al final es historia, es vida, es lo que soy yo
hoy. Algún día se verá en otro lugar, o se quede perdido entre el
hoyo negro que es internet. Esta entrada será la última de esta
era. Gracias por leer, gracias señor Internet por dejarnos compartir
con unos cuantos que se encuentran estas palabras y se reconocen o
tal vez les parece estúpido. Creo que es un ciclo que llega a su
punto final. Tal vez ya empezó el siguiente.
Que hayan mas letras, ojalá en otro
lugar.
5 comentarios:
buena... ana
Antes de leer ultimo párrafo estaba pensando en que era muy chevere volver a leerte tu que escribes tan bueno. Cuando termine, quede con una sensación de vacío, como pensando y ahora que?
Aparte de eso, tengo que decir que Madrid también me fascino, definitivamente mi ciudad favorita de España y una de mis favoritas de Europa. Es maravillosa y me alegra que hayas podido pasar unos días tan felices en esa ciudad.
Manuel, siempre agradecida de que me leas. Ya veremos que sale después de estar aqui. Es un punto final pero no sera el último punto. :)
Madrid es bella. Un abrazo
Y yo que ya me había emocionado...
Exito, en dónde sea.
saludos
Hace muy poco te descubrí y veo que lo hice tarde... que ya no escribes en este blog. Ahora yo, que también soy andariega, escribo uno, desde Alemania... Espero que estés bien y poder encontrarte pronto en algún otro blog... o en un libro. Saludos,
Elisa
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