Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

sábado, 2 de abril de 2011

Praga


Tomar un carro con un checo al que no podía entenderlo. Me senté en la silla de atrás, al lado de una alemana entusiasta por hacer amigos y adelante un búlgaro que iba a emborracharse a la misma ciudad a la que yo iba de paseo y a visitar a un buen amigo. Praga.

Autopistas veloces, la noche de viernes y el fin de semana al frente. Una estación lejos, y el checo nos dice, tranquilos, que Praga no es como Berlín, solo tiene 3 lineas de metro. Hice una llamada, a dónde tengo que llegar, idioma incomprensible, inhablable si es que esa palabra existe. Finalmente 26 coronas para llegar a alguna estación. Hola, un abrazo, una bonita sorpresa. La noche, la plaza, en casa, una cerveza, y vamos de paseo por la noche de Praga.

Y empezamos a bajar la montaña. Cómo extraño las montañas, y empezamos a caminar por las callecitas de piedras y las luces amarillas, y ahi esta el castillo, y yo veo las puertas antiguas, las casas de colores tenues, la pintura de las paredes cayendose, un nivel freatico muy alto, digo. Y luego se escucha el río, un rio fuerte, y esas calles solo para nosotros como si fuera un set de película cuando la grabación se ha acabado. Y nos preguntamos quienes viven en esas casas, y seguimos caminando, y yo no entiendo la forma de la ciudad, es la noche, son las risas, son los pasos en medio de la conversación, aun no la entiendo, este paisaje de cuentos de hadas. Una carpa y una fiesta en medio de un parque, luego un bar rojo, una cerveza por alli, otra por allá. Tomar el tranvía antiguo como de juguete, y los checos malacarosos, las niñas pálidas como princesas de ojos azules, y los chicos de pelos largos y barbas monas. Como príncipes y princesas en el tiempo off de la película.

Un amanecer gris, un sábado con la ciudad expectante, ansiosa por sus turistas. Yo soy una mas, entonces vamos donde está la masa. Y tomamos otras calles y volvemos al castillo, y sonreímos en el castillo, y odiamos a los demás turistas. Lo bueno de las ciudades con montañas es que es fácil tener un mirador asi este sea muy popular, para entender la ciudad y sus formas y sus techos y alturas. Las casas en la luz del día, asi sea gris, cargan sus colores de luz, sus formas de góndolas y peces de bocas grandes, sus puertas y forjas. Lo viejo se hace viejo, y lo nuevo, permanece esperando el nuevo tiempo que volverá sobre ellos. Y entonces huyendo de la masa de turistas vamos a la feria. Metro, tranvía. Es lejos, aunque uno siempre toma menos de 20 minutos de un lado a otro. Es como un pueblito, y la imagen del cuento de hadas permanece.

Llegamos a la feria y todo es felicidad. Volver a ser niños, porque los recuerdos no envejecen, asi seamos dos jovenzuelos que nos negamos a envejecer. Y buscamos los carros chocones, y luego un algodón de azucar. Y yo miro expectante los aparatos de altura y velocidad, y sonreímos, y bueno que si, y veo una ciudad con los pies en el aire mas del tiempo deseado, pero sonriendo, y pensando en cómo sería la caída desde esa altura, y otras vez abajo y de nuevo a arriba, y esta ciudad se ve muy grande, y el parque a un lado, lleno de árboles y un verde tímido de una primavera temprana, y los carros remolques de la feria, y pienso en los freaks, y en esas malascaras de los que atienden cada juego, y en familias de ciudad en ciudad, nómadas, y en esta europa del este tan diferente ya de lo que nosotros conocemos, todo esto mientras tengo las piernas al cielo y la cabeza hacia la tierra en una atracción “High voltage” que se demora demasiado, porque ya he pensado demasiado. Basta!


En tierra de nuevo una cerveza, vamos al parque, y caminemos y encontramos el barco pato, y los patos que caminan al lado de las chicas, y que luego cruzan la calle, como si de ellos fuera la ciudad entera: los patos son los dueños de Praga, el tráfico se detiene y tres patos en fila cruzan la calle. Seguimos caminando y encontramos las mansiones y las embajadas, y un restaurante chino, en checo, la chica, culquier idioma que hablara no importaba, china, creo, estaba viendo sus novelas en el pc en chino. Estabamos interrumpiéndola. No entiendo eso del cambio, coronas, euros, luego pesos. No se que es barato y que es caro. Simplemente mas bien no pienso en eso. Imagínense, 69 coronas por el plato, y de tomar alguna cerveza de 35 o menos coronas, y yo aquí pagando 3 euros por una cerveza, y en Colombia 3000. A todas estas las coronas dónde están en el sistema de conversión. No lo entiendo, es díficil. Vamos a casa. La noche se llena de zombies, y preferimos quedarnos en casa. No queremos aguantar las noches frías que se devuelven de la primavera a los recuerdos del invierno.


Medio dia. Es domingo 27 de marzo y hay cambio de horario. El chico que anda con las instrucciones de su reloj en la mochila es mi amigo. Vamos otra vez a la ciudad de los turistas. Vamos. El puente de Carlos, con los soldaditos y los bares del medioevo. Cielo azul y primaveral. No se porqué viajar me llena de sonrisas, empiezo a preocuparme. EL puente de Carlos es como el puente de las artes en París, solo que Praga es mas íntima que París, no sale en tantas películas, y es igualmente bella y romántica. Se ven por ahi las parejas, tomadas de la mano, lunas de miel soñadas. Y el río y el sol y el cielo azul. Vamos, vamos, salgamos de donde los turistas y los enamorados, vamos a caminar por este barrio, y el mapa medio roto y las guías que nos dicen. Vamos al barrio Judío, ahi despues de Cartier, y aun mucho turista, y esas casas grandotas y las otras mas pequeñas a las que solo les falta el techo de paja.

Sigamos caminando, vamos, vamos. Un parquecito persiguiendo el sol, una cerveza, y el sol primaveral. Edificios de todos los colores pasteles, ¿Sabes? Abajo están restaurados, y arriba no. Por eso me gusta esta ciudad, se le ve el tiempo, me gustan las montañas, y el río, si tambien el río.

Vamos sigamos caminando encontremos un lugar rico para comer, y una viejita que habla en varios idiomas, y nosotros nada de checo, aunque tu hablas tres palabras que siempre son útiles. Vale. Unas carnes de cerdo buenisimas. Menos mal el menú esta en todos los idiomas, aunque no en español.


Es hora de irme. Despedirse siempre es triste. De la ciudad, de los amigos. Adiós Praga, espero volver pronto. Adiós! Nos veremos pronto!

Llegar a Berlin, sonreir. En serio, me gusta tanto pasear como respirar.

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