Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

domingo, 16 de octubre de 2011

2666, o la novela interminable.



“La vida es una tristeza insoportable”

Yo a Roberto Bolaño solo lo conocía por ese libro gordo, de los mas gordos en la librería. Siempre y por favor no se burlen, pensaba en Chespirito cuando leia al lado de unos numeros sin significados, “Bo-La-Ño”. Luego fue un amigo, de esos que andan de saco y camisa de académico y que hacen un doctorado siendo aun cagón, un amigo que aprecio sin embargo, que apareció un día con el libro bajo el brazo. Me dijo entonces, “Ana, este libro es un reto que pocos inician” Aun, y seguro sin creer que yo lo terminaría algún día, me prometió que apenas lo terminara, pasaría a mis manos para iniciar lo que el llamó, unas de las lecturas más difíciles y tortuosas pero al mismo tiempo geniales que el había leído.

Esas eran sus palabras, habría que ver que decía yo.

2666 y yo la pasamos juntos durante dos meses mas un mes de pausa por motivo viaje. Tuvo la suerte de no acompañarme por las tierras cálidas y el horizonte del mar, por asuntos simples y prácticos. Ese libro hasta para leerlo en el metro era incómodo.

5 partes. Un final inconcluso, que no importa que lo sea. Una historia cerrada. Un círculo que fue un laberinto, pero que termina donde empezó. Si Roberto no se hubiera muerto, quien sabe que otra novela hubieamos leído, quien sabe si hubiera sido un ladrillo para cargar y mas bien hubieramos esperado aburridos parte por parte y olvidando a cada vez los detalles sutiles que se tejen en esta bonita historia, que son muchas llenas de sueños, de tierras calientes y desangradas mexicanas, y tardes lluviosas europeas, y tormentas de bombas y muertos alemanas.

Cómo se construye un libro con cientos de personajes, decenas de capas narrativas que suceden al mismo tiempo, un tejido sutil que resulta como dice en el libro Bolaño, una obra como las que pocos escritores saben hacer hoy. Bolaño se enfrentó al tigre y lo mató y rebanó y repartió.

2666 es un inventario de historias que se suman una a otra, hasta el cansancio como el bip de un reloj alarma despertardor. Bolaño narra como a punto de que el aire le falte, como cuando uno se encuentra con un amigo de la infancia y en una sola tarde sale una vida entera contada en desorden pero que es siempre una misma vida.

Puedo decir que mis personajes favoritos son Reiter en medio de la guerra. Liz Norton práctica y sexual, pero intelectual. Amalfitano con su libro de geometria colgado en el patio de ropas al sol y al agua, esperando. Ingeborg con sus delirios y sus exigencias sexuales. Fate y su revista de negros, asi como sus entrevistas a muchos hermanos.

Muchos, muchos mas. Hace tiempo no leía una novela que guardando las proporciones de la realidad, casi del archivo de la historia, lograra completamente construir un universo de ficción sin necesidad de caer en la autobiografia ni en lugares o historias comunes, o a asuntos ya por fuera del mundo real. Ficcion y realidad, historia y literatura. (Algo asi, la ficción no está sino en lo absurda y brutal que puede ser la realidad)

Recomendado. No se deje atemorizar por el inventario de mujeres muertas, o el inventario archimboldiano de novelas a manos de intelectuales europeos. Tampoco por el de las batallas de la guerra y la lista interminable de nombres que parecieran no llevar a ninguna parte. En este libro ninguna puntada, o casi ninguna esta dada sin dedal, ninguna historia sobra: cada una suma para el universo construido, para el placer de vivir por horas enteras en otro mundo paralelo, en el que Archimboldi es un escritor y no un pintor, no italiano, sino alemán, y en el que las tardes mas bonitas del mundo suceden en el desierto del norte de México mientras mujeres mueren a manos anónimas.  

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