Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

jueves, 23 de febrero de 2012

Un gato caminando por la nieve

Primeros dias.

Viajando al sur. Estancada por la nieve en Milán. Huyendo del frio berlinés. Lo mas difícil es cambiar de Idioma. Primera palabra que quiero decir y hay un pito en mi cabeza. No hay nada. Luego empieza a fluir. Escojo cuidadosamente las palabras, despacio. Del español brinco el alemán. No lo Necesito. Luego viene el inglés que es poco útil. "Hi" es respondido con impavidez y silencio. Esta bien, me digo tranquilizándome. Intentemos con las cuatro palabras de italiano que aprendí en la universidad con un filósofo suicida. "Ciao!" aunque no lo digo con suficiente seguridad. El silencio continúa. Brevemente es interrumpido por un "buon giorno" corto y seco, o un "prego" de mala gana. Justo en ese momento llega una milanesa con sus 50 años bien puestos y grita "ciao!". Estamos en una heladería y son casi las 10 de la noche. Afuera hace hielo. He entrado porque me ha sorprendido la heladería nocturna y prefiero disfrutar un helado sola en una cafetería tibia nocturna, que una pizza sola en un local lleno de gente y ruidoso. Todo es un problema de la soledad. La soledad que busco y de la que huyo como una banda para correr. La señora ha gritado con suficiente fuerza y alboroto, muy a diferencia de mi. Asi y claro, con la lengua materna, le ha dicho al heladero, que no importa el frio que haga, siempre cae bien un helado, aun mas en el invierno. Entonces se pide un helado doble de menta y frambuesa. Yo, decido pedir un wafle con nutella y helado de tiramisú. Compruebo que es demasiado dulce la combinación, pero me lo como despacio como entre querer y resignación. En el televisor hay una película doblada al italiano. Robin Hood. La miro como cuando uno observa algo sin en realidad observarlo. Están cerrando el local. Me apuro con mi wafle, la milanesa se ha terminado tan rápido su helado, casi tan rápido como cuando aquí se toman un café espresso rápido en la barra de cualquier bar.


Afuera hay sol. Es mi segundo dia de viaje al sur. Salgo al piso húmedo de nieve descongelada. mis zapatos son de otoño, nada apropiados para tanta humedad. Sin embargo, no siento tanto frio. Es aguantable. Andiamo! con mi bolso al hombro dejo el hostal Ostello Bello y me aventuro por las calles milanesas. La ruta planeada incluirá estar perdida. Por más que planee algo, se que me perderé todo por culpa de mi brújula interna que me permite encontrar supresas al andar.

La luz del sol en invierno es como una mañana eterna que en las tardes se vuelve cálida. mientras tanto hay un aire fresco que baña las calles y llena mis pulmones. Hay mucho ruido. Una ciudad ruidosa es una redundancia. Unos africanos me ofrecen en ingles algo, igual que a todos los turistas y yo no pronuncio ni una sola palabra. Son manillas de hilo, que "regalan". Viejos trucos que evito.


El duomo parece un castillo de una película al estilo de la historia interminable. Un palacio iluminado por la bondad de un ser superior. Adentro hay que acostumbrarse a la luz. y si se mira a lo alto uno reconoce lo limitada que es la humanidad, el ser humano, esta raza inteligente con religiones y sistemas políticos para dominar el universo. Me gusta entrar a las iglesias. son un refugio, una calma así estén llenas de turistas, y yo no sea mas que uno de ellos.

Milán me toma por sorpresa. sus tiendas de ropa de moda, muy elegantes, sus tiendas de diseño, los edificios con portales señoriales, la gente caminando con sus abrigos largos y sus gorros con aires elegantes que se mueven como corrientes de aires. De pronto un tranvía amarillo cruza la calle y yo llego a "il giardini publici". Está todo blanco, la nieve en el piso que me provoca acariciar. Claro. Y eso le da un aire precioso. La luz entre los árboles que cae dando textura a la nieve de una cobija suavecita en la que uno podría acostarse para ver el cielo para pillar una nube en medio del cielo azul plano que queda después de las tormentas de nieve. Procuro no deslizarme en el hielo mientras mis zapatos no adecuados me causan tantas dificultades. Me detengo. A mi izquierda alguien esquía, luego pasa una pareja trotando, por el camino principal vienen con bolsas de de compras amarillas y sus abrigos largos. De pronto traen algunas compras de invierno para este clima tardío. Es febrero y ya nadie se esperaba que llegaran temperaturas tan bajas.


Las palomas buscan debajo de la nieve cualquier cosa. En la fuente hay madres con sus niños recibiendo el sol las bancas de parque están llenas de nieve, silenciosas esperan alguien que quite los 8 cms de nieve y caliente la superficie. Seguirán esperando pacientemente. Me gustan las bancas solas. Son el indicio de que siempre la soledad esta esperándolo a uno. Una corriente de viento se mete entre las ramas de los árboles y la nieve sobre ellas se esparce por el aire como cristales llenando mis ojos de luces y de un sonido silencioso y blanco. Aqui Milán pierde su ruido. Y gana toda la magia. 

No hay comentarios: