La ciudad que parece que estuviera a punto de derrumbarse en cualquier
momento se muestra aun mas artificial que cualquier otra con sus construcciones
de piedra amarilla, su calles rotas, su gente gritando, las motos pitando todo
el tiempo como espantando gatos y palomas. Y la basura desperdigada en las
esquinas, en el rio que alguna vez con los fenicios fue navegable, en lo que
hace décadas fueron playas y hoy solo son bordes contra los que el mar se choca
a cada vez con la tierra.
Ahora después de tres días de comer las delicias locales, melanzana
(Berenjena en todas sus presentaciones), carciofi (Alcachofas deliciosas y en
cantidades absurdas), pastas de todas las formas y sabores, dulces con ricotta
(ricotta de oveja), mandarinas dulces, muy dulces, recibo el sol esperando que
me caliente en venganza a tantos días grises y de lluvia. Desde aquí se pueden
ver las montañas que rodean a Palermo, hay nieve. Dicen los palermitanos que
eso no se veía hace años. Es el invierno. Un poco de nieve ha de llegar, mas
cuando hacia el norte cae la nieve obstruyendo caminos y luego los fríos bajo
cero congelan los caminos y las pieles de los transeúntes. Por eso huí, así
aquí haya lluvia y claro, las montañas nos amenacen con la nieve, disfruto en
el balcón del sol. De un sol que si calienta.
Pienso de ir mas al sur de la isla. Mas el peso de mi comodidad me hace
querer permanecer en esta ciudad ruidosa. Me dicen que en Agrigento los
almendros florecen y el festival pone las calles de colores. Leo entre tanto a
Bertrand Rusell, quien después de casi la vida entera, escribió sobre la
felicidad. Mas actual no puede ser, incluso cuando sus textos son dirigidos a
la población cómoda de la modernidad de los países industrializados de los años
treinta, y no a la modernidad extendida por todos los países llevando sus
comodidades y tragedias sin distinción de raza o creencias. Pienso en mi, y en
los que a mi alrededor buscamos la felicidad. Dice Rusell que la felicidad esta
sin duda en la vida tranquila. Asegura que un balance tranquilo de placeres y
incomodidades permite una vida, si, feliz.
Vuelvo a la ventana. Luego a las calles. Mis pies van de charco en charco.
Pozzanghera! Puede que si vaya al sur. A ver que dicen los dias. Esta ciudad me
inspira. Me inspira porque es tan fea, que termina siendo hermosa.
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