Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

miércoles, 29 de febrero de 2012

La Sicilia

A veces pienso que esta isla es una batalla constante entre el hombre y su civilización y la naturaleza. A pesar que en Sicilia desde hace siglos y siglos ha estado el hombre con su despliegue de humanidad, cuando miro el mar desde la carretera cerca a Palermo, alcanzo a ver una furia contra la tierra que toca en su ir y venir. Claro, es invierno. El mar no está calmo y llueve como si se acercara el fin del mundo. Pero incluso al ver la ciudad, es como si a la fuerza desde hace tanto tiempo fuera el hombre el que ha obligado a la tierra a recibirla.


La ciudad que parece que estuviera a punto de derrumbarse en cualquier momento se muestra aun mas artificial que cualquier otra con sus construcciones de piedra amarilla, su calles rotas, su gente gritando, las motos pitando todo el tiempo como espantando gatos y palomas. Y la basura desperdigada en las esquinas, en el rio que alguna vez con los fenicios fue navegable, en lo que hace décadas fueron playas y hoy solo son bordes contra los que el mar se choca a cada vez con la tierra.


Ahora después de tres días de comer las delicias locales, melanzana (Berenjena en todas sus presentaciones), carciofi (Alcachofas deliciosas y en cantidades absurdas), pastas de todas las formas y sabores, dulces con ricotta (ricotta de oveja), mandarinas dulces, muy dulces, recibo el sol esperando que me caliente en venganza a tantos días grises y de lluvia. Desde aquí se pueden ver las montañas que rodean a Palermo, hay nieve. Dicen los palermitanos que eso no se veía hace años. Es el invierno. Un poco de nieve ha de llegar, mas cuando hacia el norte cae la nieve obstruyendo caminos y luego los fríos bajo cero congelan los caminos y las pieles de los transeúntes. Por eso huí, así aquí haya lluvia y claro, las montañas nos amenacen con la nieve, disfruto en el balcón del sol. De un sol que si calienta.

Pienso de ir mas al sur de la isla. Mas el peso de mi comodidad me hace querer permanecer en esta ciudad ruidosa. Me dicen que en Agrigento los almendros florecen y el festival pone las calles de colores. Leo entre tanto a Bertrand Rusell, quien después de casi la vida entera, escribió sobre la felicidad. Mas actual no puede ser, incluso cuando sus textos son dirigidos a la población cómoda de la modernidad de los países industrializados de los años treinta, y no a la modernidad extendida por todos los países llevando sus comodidades y tragedias sin distinción de raza o creencias. Pienso en mi, y en los que a mi alrededor buscamos la felicidad. Dice Rusell que la felicidad esta sin duda en la vida tranquila. Asegura que un balance tranquilo de placeres y incomodidades permite una vida, si, feliz.




Vuelvo a la ventana. Luego a las calles. Mis pies van de charco en charco. Pozzanghera! Puede que si vaya al sur. A ver que dicen los dias. Esta ciudad me inspira. Me inspira porque es tan fea, que termina siendo hermosa. 

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