El calor del aire acondicionado es pobre. Según
reportes telefónicos afuera hay vientos de 30 kms por hora y una sensación térmica
por debajo de cero. Entonces me quedo en esta habitación protegiéndome de los
vientos, del frío en mis manos, descansando mis pies cansados por los zapatos
nuevos. A veces olvido la regla básica de no viajar con zapatos nuevos. Pero
era eso: una ampolla a cambio de pies congelados por inundación de zapato
inapropiado para los temporales que hay en esta costa al sur.
Llegué a Agrigento esta mañana. Madrugué a tomar
el bus en vía Messina Marina junto con los chicos y chicas que van a la
escuela. Mientras esperaba el bus que me llevaba a la estación central, iban las
chicas con sus jeans apretados dejando ver unos traseros prominentes, sus caras
maquilladas hasta el exceso, su pelo postizo. Son unas chicas, aun, puedo ya
decirlo yo, seguro les llevo más de 10 años. Mientras secretean chismes de
colegio, mi atención se la lleva el chico con tenis genéricos, jean sin forma a
la moda, buso de chompa negro, audífonos, mirada perdida, anteojos. Si yo
estuviera en ese bus como estudiante, sería amiga de ese chico e iríamos en
silencio mirando la nada. Mientras tanto y en contraste, los chicos con corte a
la moda, gel para estar peinados, jeans de culo caído y bota pegada, chaquetas
de cuero miran de lado a lado como diríamos en Colombia, el azaris de que algo
siempre está para ocurrir, una chica, un business. Algo de lo que por supuesto
no pueden perderse. Así sea la nada.
Camino por la plataforma mientras para que pasen
treinta minutos. Me gusta caminar porque no hay casi gente y veo de una
plataforma a la otra mientras las bancas sirven de banco de amores de
estudiantes fugados, atrasados. Vagos. Estas plataformas son una linea curva
que se extiende a un punto de fuga imaginario que son los rieles en el fondo
del paisaje y que sería bonito dibujar en una clase de dibujo con tema
perspectiva. Por cierto, nunca logré una perspectiva correcta. Mis ojos nunca
lograron comunicarse con el lápiz sobre el papel.
Tiene una guía en Español. Este tío habla español.
Mi guia dice Agrigento. Está en italiano. Si me va a hablar probablemente no
sabra en qué idioma hacerlo. Qué extraño un extraño haciendo lo mismo que uno.
Mide 1,80mts. Es muy peludo. Tiene una camiseta amarilla. Canas y gafas. No es
guapo, pero podría decir que es igual de ñono que yo. Los ñoños siempre llaman
mi atención. Yo leo la guía. La Catedrale de Agrigento. Los griegos y las
guerras punicas libradas en Sicilia. Los templos, dedicados a Perséfone. Luigi Pirandello
personaje ilustre de Agrigento. Agragas ciudad antigua. Traduzco algunas
palabras de italiano, no todas. Sería un exceso. El lee su guía: Trotamundos
por Sicilia. Observa el mapa. Yo observo mi mapa. Yo miro por mi ventana, el
mira por mi ventana. Yo tomo una foto, el toma una foto. ¿Será que en sus
audífonos también suenan los Rolling Stones?
¿Le hablo o no le hablo? Y ¿que le digo? Primero
hay que buscar contacto visual. Pero apenas me vea, ¿que hago?¿le sonrío? o ¿le
ofrezco una galletica de almendras? Y si no le gustan, quedo como una idiota.
No, concentrémonos en mi ventana.
Me gusta el paisaje, que es como un collage de
papeles olivas de diferentes tonos rasgados con la mano y puestos al ritmo de
la música. Estas montañas nebulosas, colinas mas bien, parecen Escocia. De solo
pensar el frío de ese campesino caminando por ahí, me da frio a pesar de que la
calefacción del tren está hirviendo. Me sudan las axilas. ¿Será la calefacción?
o ¿será el extraño que hace lo mismo que yo? Pero no hace todo lo mismo que yo.
El por ejemplo no se va a quedar a pasar la noche. Su mochila es muy liviana.
Yo si. Mi mochila es pesada. Traigo varios libros, dos guías. Pero no leo en el
tren porque no quiero perderme el paisaje.
Pueblos perdidos en las colinas y la niebla de Ssicilia.
Lugares en los que el tren para, solo para cumplir un itinerario. Nadie se
baja, nadie sube. Parecen estaciones fantasmas que sirven a los dioses de la
niebla. En el verano servirán a los dioses de la sequía. Dicen que en verano
Sicilia no es verde como ahora, sino amarilla y seca. Debe hacer mucho calor.
Pero no lo sé porque siempre he venido en invierno. Ya ni se por qué. Solo me
acuerdo que hace una semana huía del frio siberiano de la ciudad que escogí por
hogar. Parece hace tanto tiempo, tan lejana. ¡tan allá y yo tan aqui!
No es que aquí el clima sea mejor. Pero mi piel no
se corta con el viento y el sol calienta de verdad. Pero la lluvia es casi
tropical. No mentiras, es como de una película donde un barco se hunde en una
tempestad mediterránea y luego los sobrevivientes llegan a un pueblo de pescadores.
Si, si. Así es esta lluvia.
Agrigento se aparece en la montaña. Amarillo sobre
verde. Amarillo sobre amarillo. Y ¿dónde está el mar que no lo veo?
El extraño se desapareció de pronto y de pronto apareció.
Al otro lado de la acera. Y hace lo mismo que yo. Pero Sr. Extraño, ¿por qué
hace lo mismo que yo? Ahora recibe el sol, como hace un ratico lo hice yo.
¡Ja!
Saca algo de su mochila y se le caen varias cosas. Hay charcos. Tan torpe como yo. Entonces no cruzo a su acera como lo había planeado antes de verlo, sino que camino a su ritmo en la acera del frente. Es que si cruzo la acera y lo veo de frente tengo que decirle algo, como, ¿que tal tu paseo? ¿Bonitos los templos? Yo estuve en la playa. Y luego me comí un helado de "Bacio y Bocatino". En español un chocolate no muy dulce y una vainilla muy hostigante.
Saca algo de su mochila y se le caen varias cosas. Hay charcos. Tan torpe como yo. Entonces no cruzo a su acera como lo había planeado antes de verlo, sino que camino a su ritmo en la acera del frente. Es que si cruzo la acera y lo veo de frente tengo que decirle algo, como, ¿que tal tu paseo? ¿Bonitos los templos? Yo estuve en la playa. Y luego me comí un helado de "Bacio y Bocatino". En español un chocolate no muy dulce y una vainilla muy hostigante.
De pronto mientras yo esquivaba los charcos, el desaparecio
otra vez. ¿Será que huye de mi?
Y de pronto aparece al final de mi acera. No puede
ser, ¿será que se atreverá a hablarme? Yo creo que esta vez si me ha visto.
Entonces, camino sin hacer contacto visual aun, pero estoy seguro que el ya vió,
que lo vi, y estoy dispuesta a saludarlo con la mano, así como diciendo ¡buena
giornata, qué tal!
Pero todo fue una ilusión, una narración de futbol
radial y desconocido en mi cabeza, una larga retahíla de pensamientos: El
extraño siguió su camino. Y yo el mío.
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