Hay veces que uno
toma mucho impulso para correr. El camino ha sido escogido por alguna razón. Y
de pronto, por el impulso y la fuerza, se llega al abismo sin tener tiempo
siquiera de darse cuenta que ya se está cayendo. Luego el mundo está patas
arriba, el horizonte esta roto y el cuerpo, la cabeza y el espíritu hay que
recogerlos y pegarlos con cintica para de nuevo seguir caminando, ya tal vez,
por cualquier camino.
Otras veces ya después
de varios abismos, (que lo importante de ellos es el trayecto y el golpe final)
el camino se hace con la paciencia de las heridas que sanan. El horizonte se
reconfigura a cada paso, y el abismo se divisa desde la esquina. No es que el
abismo se evite. Claro, después seguro el horizonte se desconfigura de nuevo y
también hay que pegar el rompecabezas de
la vida. Pero es otro camino. Es otra forma de caminar.
Soñé a Berlín y
ahora que tengo que irme vuelvo a entender dentro de mi, con la certeza no de
las palabras sino del corazón, porque tenía que llegar hasta aqui. Pero ahora dejo
esta ciudad y este camino para caer de nuevo y dejar que el horizonte se vuelva a desarmar
y mi cabeza, mi espíritu y mi cuerpo tengan de nuevo otra oportunidad de configurarse.
Otra vez.
Berlin. Te
observé desde el centro de tu movimiento. Extrañaré caminar por la plataforma
mientras espero el dragón subterráneo. Sonrío de nuevo por ver a tus locos
recogidos en cada esquina. Aprendí de tus utopías posibles en donde ninguna de
ellas es ya posible. De tus heridas y tus caminos rotos y cosidos con la fuerza
del concreto y los tiempos de la unidad y la libertad. Extrañare las aguas
grises del Spree mientras observo el hielo pasar rápido bajo cualquier puente.
Tu falta de centros. Tu exceso de esquinas y lugares vacíos. Las sillas vacías.
El olor del viento frío. Las hojas amarillas de tus arboles acumuladas hasta
que la administración se ocupe de ellas. Vivir tranquilamente agitado. Tus
ruidos. La torre vigilante como un faro para los que perdemos el mapa, de esta
ciudad con caminos sin rumbos.
Necesito otra vez
de todo mi valor. De recoger todas mis fuerzas para hacerle frente a este
desbarajuste. Un desbarajuste afortunado. Busqué ese abismo, que también es un
camino y ahora no será sino asumirlo.
Tengo que decir
adiós, y decir hola otra vez. Es hora de aprender otra vez a decir hasta
pronto, mantener conexiones sin perder mi corazón y mi cabeza, echar raíces
como una mata trepadora que se extiende por la superficie de los caminos.
Me mudo a Weimar.
(Y sonrío porque también lo soñé alguna vez en alguna siesta mañanera que ya olvidé)
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