Un cielo enorme
que empieza a girar y yo que abro los ojos despertando de un mal sueño que no
lo era tanto. Nada giraba debajo de mi, pero en mi cabeza, todo más confuso que
de costumbre en los sueños. Tardo una hora y media en levantarme de la cama. El
despertador suena a las 9:00 am.
Finalmente entre sueño y sueño que yo no puedo recordar, decido levantarme. Es
domingo. Es día de descanso, pero en mi vida y horario de estudiante no
importa. Mi casa está sola. Eso significa que no hay mas compañía mas que yo
misma y mis pasos. A veces siento los
pasos de los vecinos de abajo, lo que es raro, pero igual, en medio de su
bullicio tal vez hacen competencia al mío. Pongo música que me acompañe, Johnny
Cash, Air, cualquier cosa. En la ventana cae nieve y puedo escasamente
concentrarme. No es culpa de la nieve. Pero ¡es tan bonita! Espero entonces a
que deje de caer, porque siempre aparece el sol, aunque tenue, rayos de sol que
sacan ligeras sonrisas de días al interior de las casas. Casas que resisten la caída
de la nieve pacientemente, el hielo o el deshielo que les sigue. Y yo ahí, mirando
la ventana haciendo clics, soñando lo insoñable, acompañando la soledad blanca,
los objetos esperando un lugar adecuado, el polvo ser adecuado, mi estómago ser
alimentado. Pero no, hoy es domingo, día de la nada, de la quietud a mi manera
y mi medida, a ver el tiempo pasar en la nieve que cae, o en el sol que se
desplaza en el cielo, cuando tengo suerte y cuando la estación lo permite. Así
son los días de invierno, mas quietos, mas silenciosos. Así es mi vida en
Weimar, como un monasterio, donde la rutina precisa cada acción, cada segundo,
cada momento. Ir a dormir, levantarse aunque sea menos temprano o menos tarde,
leer un libro en alemán como castigo placentero, la rigidez de una metas por
cumplir, al ritmo que la vida sigue su curso. Unas teclas que suenan mas fuerte
casi el lunes en medio de la madrugada. El ronroneo de mi pc que clama un
cambio y un descanso. El silencio acompañado por el ruido mudo de la
calefacción. Mis ojos esforzándose por permanecer abiertos y atinar a cada una
de las teclas. Yo con mi cabeza gritándome en medio de tanto silencio.
Es domingo. Nada
puede ser diferente al silencio de mi cabeza, al piso que tiembla cuando un
auto sobrepasa la velocidad de la calle y que como un recuerdo del mundo llega
a mis sentidos.
1 comentario:
No fuiste a ver la película con nosotros, pero es como si la hubieras visto. Parece que Die Wand es como uno de estos domingos que describes, solo que un poquito mas largo. Creo que definitivamente la tienes que ver, asumiendo el riesgo, claro.
Publicar un comentario