Solo pensamientos, historias por escribir para que luego no las olvide. O solo para sacarlas de la cabeza...

domingo, 15 de marzo de 2009

Porque me gustan los finales felices

Estoy sentada en una silla de mierda. Escribiendo en un computador que no es mío. Llevo un día entero con el corazón a mil, con una desazón absurda, y tengo dolor de cabeza producto de una sinusitis crónica que no se cura porque yo no hago nada al respecto. Pero al final soy una optimista empedernida y tengo que aceptarlo me gustan los finales felices.

5 veces al día reviso mi correo esperando correos. Esperar emails podría ser la esperanza del mundo de hoy. Si te llegan correos, alguien por cualquier motivo en alguna parte del mundo piensa en ti. Abro el correo y no hay ningún correo. No hay nadie para chatear. Es decir estoy sola. Eso pasa un sábado a las 12:33 am. Todo el mundo debe estar de fiesta y yo, yo estoy sentada frente al pc, lanzando palabras al teclado. Pero soy una optimista, porque siempre espero que en el Inbox haya algún correo que por supuesto no sea spam.

Yo odiaba el pescado. Y en el colegio todos los viernes de cuaresma el almuerzo era pescado. O era tan optimista que de mi salón al comedor iba el camino repitiendo: por favor que no haya pescado. Pero por supuesto siempre había pescado. Un pescado horrible sobre el plato. A los 8 días hacía lo mismo porque esperaba que mi chuchito o la virgencita por favor! No dejaran que el pescado llegara a mi plato. Creía que algún día habría un milagro.

Y soy tan optimista que el día que mi papá se estaba muriendo, le dije a mi hermano en el teléfono y creyéndolo firmemente que 1 posibilidad en 9, era una gran posibilidad. Y luego cuando estaba en la sala de espera porque a mi papá le abrían el pecho para revivir su corazón, le pedí al de arriba que por favor hiciera lo mejor para mí. Yo lo decía creyendo que lo mejor era que mi papá no se muriera. 5 minutos después llegó el médico diciendo que nada se había podido hacer. Ese no fue un final feliz, ese no fue ningún milagro y dejé de pedirle desde ese día cosas al de arriba. Porque ese día él me había hecho una mala jugada.

Sin embargo, y a pesar de que mi papá, lo más importante en mi vida se había muerto, es decir, yo ya no tengo papá, he pensado que lo mejor fue que mi papá se muriera. Ese año fue una de los años más horribles, y sin embargo, uno de los mejores de mis años recientes. Es que como digo, soy una optimista empedernida.
Eso si, yo de idiota no tengo un pelo.

Y lo digo, optimisticamente hablando.

Yo se que la vida es una mierda. O sea, lo que tengo seguro es que lo mejor es morirse. Que ese es el gran premio que la naturaleza le da a uno: si uno tiene que levantarse todos los días, ser adulto, trabajar, luchar, sufrir, reír, y demás, lo mejor, sería morirse. Ese día ojalá fuera el día más feliz del mundo (del mío). Pero no. Morirse es negro, morirse es triste. Morirse es socialmente pesimista y yo, pienso que es absolutamente optimista. Que más le falta a uno en la vida, sino es, morirse. Y no hay que hacer muchos esfuerzos, ¡finalmente! ¡Ninguno!

Por eso no hago ninguno, esperaré en la vida morirme, algún día, ojala así, de repente como mi papá. Sin mayores esfuerzos. Y eso sí, que mi muerte no sea escandalosa. Tranquila, silenciosa.

El problema de ser tan optimista es que uno pasa por idiota. Lo que no saben los otros, es que no hay más remedio. El optimismo podría ser entre otras cosas, el mayor pesimismo de todos. Es poner TODA la esperanza en cada segundo. Y agotarse TODA a cada segundo.

A veces quisiera no esperar nada.

Pero siempre espero y a veces, muchas, salgo derrotada.

Pero vuelvo a esperar.

Por eso será que me gustan las películas. Las de ficción para una noche de sábado después de tener el corazón en la mano y el hueco en el estomago. Para olvidar que estuve derrotada, y creer así sea por 10 segundos en un final feliz.

Porque como la vida que a veces se parece a una película, y las películas que nacen de la vida, puedo estar ahí llorando y sabiendo que no es real, o riendo y sabiendo que no es real. Porque adentro rio, o adentro lloro. Dos caras de una misma moneda. Y porque no. Si las monedas siempre tienen dos lados.

Por eso creo radicalmente en los tonos de grises. Porque yo rompo hasta mis propias reglas optimistas, y así, ni puedo ser 100% blanco ni 100% negro. Eso sí puedo decir que alguna cosa siempre falla y que por eso mejor me resguardo en lo único que puedo hacer: ver lo bueno hasta de lo más horrible.

Eso sí, de mi, que no tengo ni un pelo de idiota, no esperen salidas triunfantes ni carcajadas en vez de llantos. Puedo salir con la cabeza gacha, y lo ojos llorosos. Seguro que sí.

Puede que vaya por la playa y haga una llamada que no quería hacer, pero la hago, porque no quiero sentirme mas así. Paso al lado de una chaza de un señor que probablemente sea un optimista empedernido como yo. Le dice a las señora gorda que pasa, que vea que pa´ endulzarle la noche el marido. Yo me acerco, le digo que vea, que pa´ reconquistar un novio perdido. Me ofrece las más grandes y las más caras por supuesto. Pero llevo una que dice lo suficiente y lo que al final importa. Puede que piense en el camino que probablemente ya todo está perdido, pero optimisticamente me digo a mi misma que no importa, que así esté perdido, que no se pierda en el viento lo realmente importante.

Y como la película tuvo un final feliz. El corazón late normalmente.

Es decir, mi norma optimista funcionó esta vez. Quién sabe si siga funcionando. Últimamente los lunes, que no son al sol, sino dentro de un estudio, el optimismo parece esfumarse. Al miércoles vuelve. Pero el viernes vuelve a irse. Porque como no tengo un pelo de idiota, sé en qué y en donde me estoy metiendo. Sé que esto de ser adulto es una cagada, pero lo hago, porque los miércoles me siento optimista.

Y porque al final estoy viviendo la vida. La vida que al final tiene un premio justo. Morirse bien muerto. Y por eso la vivo bien vivida. Como diría Coldplay: Viva la vida.

5 comentarios:

Alejandra Arboleda Tilano dijo...

y colorin colorado...

Anónimo dijo...

no se ni que decir después de tan sentidos y tan cercanos sentimientos, igual no se si lo lógico sea esto pero te mando ánimos, buenas energías, pedazos de optimismo y un gran abrazo desde Curramba.

Ana Maria Vallejo dijo...

Este cuento no se ha acabado, menos mal...

Gracias alejo, se te recibe la buena energía y el abrazo.

Por aqui en Medellín, siempre de pie!

Ya vamos en martes y el buen optmismo no ha caído. :)

arol dijo...

El buen optimismo no cae. O si cae se levanta como rebotando en el suelo porque si él no se pone en pie ¿quién levantará al resto?

Hace unos días me diste idea para un cuento que aun no escribo y que cuando lo tenga en mano te lo regalaré. Y hace un instante vi pasar frente a mi puerta otro cuento que iba corriendo y agitaba su mano jugando conmigo, tal vez, buscando que lo atrape. He corrido, lo alcancé y se dejó atrapar dejando que descubra que ese cuento tiene, en parte, que ver con el optimismo y la muerte.
Simples coincidencias, pero antes de leer este post se me ocurrió algo interesante para escribir, ahora iré a pensarlo.
Como siempre es un gusto leerte (leo en voz alta tus posteos) así que volveré pronto.

Saludos
arol

Ana Maria Vallejo dijo...

arol,

Un placer tenerte por aqui. Espero el cuento. Y seguiré visitandote. Por aqui siempre bienvenido.